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La puerta ya presenta facilidad para enlazar con una faja el pasador de arriba y correrlo. Puede ser que la precaución del propietario haya llegado hasta poner una barra, y entonces hay que tratar de sacarla. La extremidad libre de la faja con que se enlazó el pasador se pasa por debajo de la barra y se tira para arriba.

De este matrimonio nació una hija, que pasó á España, donde se enlazó con un caballero, llamado D. Juan Henriquez de Borga, y á quien el Rey concedió el título de Marquesa de Oropesa. Preocupado con sus ideas de venganza, sintió la necesidad de adquirir renombre, y derramó sus caudales para hacerse de clientes.

Después, en Nièvres y en París había renovado la misma insinuación sin que Julia ni yo mostráramos la menor idea de darle acogida. Un día, delante de su padre que sonreía dulcemente observando aquellas ingeniosas niñerías tomó el brazo de su hermana, lo enlazó al mío y luego nos contempló con expresión de verdadera alegría.

Yo veo el papel sobre que escribo; reflexiono sobre esta vision, y me la quito cuando quiero y vuelvo á tenerla cuando me agrada; y enlazo esta sensacion con otras, y con mil pensamientos, con mil caprichos, si así me gusta.

No hallo el fin, y el fin ha de ser bueno ... ¡Dios mío, ampárame! Resumiré ... recapitularé ... pero ya no me acuerdo de lo que he dicho ... ¿Pediré perdón al auditorio?... No: eso es rebajarme...." Al fin le ocurrió la oración final, y la empezó; pero al llegar al final, otra oración se enlazó con ella, y con ésta otra, y otra, y otra.

El niño lanzó un grito de alegría, enlazó con un abrazo el cuello de su padre y con el otro el de su madre, acercando sus cabezas y cubriéndolas sucesivamente de besos. En aquel instante se abrió la puerta y dio entrada al marqués de Elda. Papá marqués gritó su nieto , mañana nos vamos todos. ¿De veras? preguntó el marqués a su hija.

Así entre los ramos de la Arqueología es el más obscuro y dificultoso el referente á la náutica. Si considerado todo, no presume la Comisión haber alcanzado el éxito que anhelaba, puede dar fe del buen deseo con que los individuos componentes han tratado de reconstruir un tipo aproximado al de la nao gloriosa que enlazó las dos mitades del universo mundo.

Y llegó, y la invitó a bailar; y Luz, sin dudar un solo instante, se levantó de su asiento, enlazó su brazo con el brazo que le ofrecía el mancebo, y se fue con él por el salón adelante... ¡Lo mismo que cuando se iban por los tortuosos y blandos senderos de su mundo! No bailaron..., ¡qué habían de bailar?

Al fin la tuvo; un machetazo puso al vivo la veta sanguínea del palo rosa, y recostándose a la viga pudo derivar con ella oblicuamente algún trecho. Pero las ramas, los árboles, pasaban sin cesar arrastrándolo. Cambió de táctica; enlazó su presa, y comenzó entonces la lucha muda y sin tregua, echando silenciosamente el alma a cada palada.

Eso lo dices porque aún me tienes coraje; pero no es cierto... Ven acá, guasona, ven acá que te un mordisco por esas palabrillas amargas que has soltado... Ni tienes vergüenza ni mereces que te mire á la cara... Al mismo tiempo le tomó una mano, y con el otro brazo le enlazó cariñosamente la cintura para sentarla sobre sus rodillas. Pero la joven se soltó bruscamente.