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Pues caminando por esta senda deliciosa, alumbrada por los astros más propicios, tapizada de flores que embalsamaban el ambiente, una espinita vino al fin a clavarse en el pie de Mario.

Por el muro exterior trepaba un frondoso jazmín a la sazón en plena florescencia y cuyas ramas penetrando algunas veces en la estancia embalsamaban el ambiente con el fragante aroma de sus flores. Magdalena, como todo temperamento nervioso, adoraba las flores y sus perfumes, que por cierto le eran muy perjudiciales, y pidió que le diesen su jazmín acostumbrado.

Extendíase á la diestra mano una deliciosa huerta plantada de naranjos y limoneros, entre cuyas oscuras y apretadas copas, erguíanse, balanceando sus ligeros penachos, las esbeltas palmeras y los melancólicos cipreses, con mucha copia de otros árboles y arbustos preciosos y raros traidos de allende los mares, entre los que descollaban gigantescos zapotes, plantados á lo largo de la margen del rio, hasta la jurisdicción exenta de San Juan de Acre; y además, mil variadas suertes de odoríferas plantas, que embalsamaban el aire con suavísimos perfumes.

Nótese bien que para nada se habla de balcones. En cambio del pobre aspecto, que imaginamos, las casas más humildes tenían entonces sus desahogos de corrales, huertos y jardines, por encima de cuyas tapias erguíanse balanceando sus elegantes ó melancólicas copas las palmeras y los cipreses, ó bien embalsamaban el aire con el perfume de sus azahares los naranjos y limoneros.

Muchos árboles frutales, en flor todavía, muchas acacias y rosales, sin cuento, embalsamaban el ambiente impregnándole de suave fragancia. Don Luis se sintió dominado, seducido, vencido por aquella voluptuosa naturaleza, y dudó de . Era menester, no obstante, cumplir la palabra dada y acudir a la cita.

Como tenía la cabeza tan mareada, efecto de los inauditos acontecimientos de aquellos días, de la ausencia de Benina, y ¿por qué no decirlo? del olor de las flores que embalsamaban la casa, no le había pasado por las mientes el revisar las resmas de papeletas que en varios cartapacios guardaba como oro en paño.

¡Cuántos han muerto ya! me dijo. no te puedes imaginar lo que era la costa entonces, en el mes de octubre, con los árboles en flor. El perfume de las aromas, de la retama y de los azahares embalsamaban el camino.

Vagos y finos perfumes embalsamaban el aire, penetraban en los sentidos y ablandaban el corazón, que parecía fundirse en el pecho con una sensación de desvanecerse y de evaporarse en el éter... Era aquello delicioso y hubiera yo querido que Luciana participase de mi encanto, pero seguía nerviosa y despechada.

Un arroyuelo cristalino corría cerca murmurando. Crecían en su margen blancas y moradas violetas, y otras no cultivadas florecillas, que embalsamaban el aire con suave y grata fragancia. Floridos rosales de enredadera y otras plantas, que se ceñían a los troncos, y pasaban de un árbol a otro, como festones y guirnaldas, formaban allí misteriosa espesura y apartado recinto.

Embalsamaban la atmósfera leves auras de gardenia, de vinagre de tocador, de sal inglesa, de perfumería Rimmel.