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Su lirismo tenía un dulzor femenino y penetrante de poderosa emoción. Claretie cita estos versos que la Déjazet compuso á propósito del cumpleaños de un amado, que bien pudo ser el cancionista Federico Bérat: Ami! Depuis un an, combien de jours de fête ont fleuri sous tes pas!

¡Oh delicia! ¡oh amor del humilde pensil donde el alma sintió la pasión de soñar y, en el giro fugaz de las auras, gustar el olor celestial de las rosas de Abril y el dulzor juvenil de un anhelo de amar! Está abierto el jardín.

Lo inusitado de la cita y de la hora, movió en alto grado su curiosidad. Intentó satisfacer siquiera una parte de ella, echándome memoriales de un dulzor empalagoso; pero no me di por entendida. »Al despedir más tarde a Pepe Guzmán, le encargué mucho que no faltara la noche siguiente, para darle cuenta minuciosa del cumplimiento de uno de los trámites más importantes de mi plan.

Es lo más conveniente, para él y para ella, que el matrimonio no se realice. Es lo más conveniente en todos los sentidos, incluso el religioso. Dijiste al principio que el muchacho ya no está en condiciones de ser un buen sacerdote. En eso estás equivocado. Ahora que está en condiciones; ahora, que ha gustado el dulzor y el dolor de la vida. Dios prefiere a los pecadores arrepentidos.

Eran las amigas de Lucía Rosarito, la hija de la fondista doña Agustina; Carmen, la sobrina del magistral, y varias doncellas de análoga posición, entre las cuales muchas soñaban con el blando sosiego, con la apacible uniformidad de la vida conventual, y hacían pintura tentadora de las delicias del claustro, del sentimiento suavísimo del día de la profesión, cuando coronadas de flores bajo el cándido velo, se ofreciesen a Cristo, con el refinado dulzor de añadir: «para siempre, para siempre». Oíalas Lucía sin que una sola fibra de su ser respondiese, vibrando, a aquel ideal.

Y por eso en la copa de amargura Que en este trance el seco labio apura, Encuentro algunas gotas de dulzor,

Su alma parecía desasirse del cuerpo, como se desase del tronco la hoja, y vagar como ella sin objeto ni dirección, entregada a la delicia del anonadamiento, al dulzor de no sentirse existir. ¡Y cuán grata debía de ser la muerte, si parecida a la de las hojas; la muerte por desprendimiento, sin violencia, representando el paso a más bellas comarcas, el cumplimiento de algún anhelo inexplicable, oculto, allá, en el fondo de su ser!

Fuiste la delicia de nuestros difuntos abuelos; dasnos, en el tiempo presente, un dulzor de consuelos, que son para el alma cual riego en muriente jardín; y serás mañana de toda una raza la gloria cuando, con tu música, su toque marcial de victoria a los cuatro vientos un libre y sonoro clarín... Héla ahí: fino el cristal, tembloroso, musical. Héla ahí: fino el cristal.