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Cansados los contrarios de la guerra, O por mejor decir, de la matanza, Y viendo que la noche ya se cierra, No curan de llegar á nuestra estanza. Del fuerte se les tira, mas dió en tierra Un tiro culebrina, que no alcanza. Por eso, y por la noche

Así decía Kernok, con un largo anteojo en la mano, y acariciando la culebrina aún humeante que él mismo acababa de apuntar contra el San Pablo, porque este navío no se había apresurado a izar su pabellón. Esta era la bala que había matado a Carlos y a su esposa.

Haldeando venia, y trasudando El autor de LA PICARA JUSTINA, Capellan lego del contrario vando. Y qual si fuera de una culebrina Disparó de sus manos su librazo, Que fue de nuestro campo la ruina. Al buen TOMAS GRACIAN mancó de un brazo, A MEDINILLA derribó una muela, Y le llevó de un muslo un gran pedazo.

¡Oh! ¡oh! ya nos incomodamos... no hay que hacerse de rogar dijo Kernok . ¡A , Melia! y se precipitó sobre la culebrina que él había bautizado con este nombre, tomó medidas y apuntó : ¡Ahí va eso! e hizo jugar la batería. ¡Bravo! exclamó cuando el humo se hubo disipado y pudo apreciar el efecto del disparo , ¡bravo!

Levantó un torreon en el ventajoso sitio de Guansapata, donde colocó una culebrina y un pedrero, con la fusileria correspondiente para su resguardo. Dentro de la villa reforzó las trincheras, y las aumentó, abriendo nuevos fosos en los lugares que le parecieron mas débiles.

No partió de los pozos su campo hasta tener encabalgada la artillería y que llegasen los caballos y gente de pie que esperaba Dragut. Entre tanto caminaban por la isla muy á su placer, haciendo daño en las casas y posesiones de los que se habían ido con el jeque. Tomaron de su casa media culebrina y otras piezezuelas pequeñas de bronce.

También la amaba él, ¡oh!, la amaba con pasión, porque había bautizado con el nombre de Melia una larga culebrina de 18, y no enviaba su proyectil al enemigo que no se acordase de su amante.

Al siguiente día le hallaron en el mismo paraje, tendido boca abajo; había perdido el habla y estaba cubierto de contusiones. Esto le valió la bandera. Algunos dijeron entonces que el miedo no le había dejado menearse; otros, que se había agazapado bajo la cureña de una culebrina; pero ahora los nuevos soldados le miraban como a un héroe, y toda la población como a una gloria gaditana.

Tenía quizá también a su anciana madre para llorarle, para llorar al que había mecido en sus brazos cuando niño. ¡Era quizás un porvenir brillante que se malograba, un nombre ilustre que se extinguía en él! ¡Qué pesar debía producir su muerte! ¡Cuánto debían llorarle! ¡Dichoso, tres veces dichoso joven! ¡qué no debía a la culebrina de Kernok! con una bala había hecho un héroe llorado en los tres reinos. ¡Qué hermosa invención la de la pólvora!