United States or Norway ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ponte aquí, Nieves, y a este otro lado, Catana... Vamos, ¿qué hay que decir a esto?... No os fijéis en este primer término, que es árido y escabroso, como todo terreno de costa, sino en lo demás, en lo llano, que es la vega de Villavieja, verde aquí, parda allá, con sus caseríos salpicados, después alturas grises y alturas verdes, y sierras peladas y montes obscuros... ¿Veis una rayita blanca, allá lejos, que culebrea un ratito en el contorno de la vega y luego se pierde entre dos cerrillos?

Y ¡oh Fama! recorre del mundo los confines, y al son de tus clarines pregona las grandezas del pueblo de Rizal. Noviembre, 1909. En el azul un triunfo de estrellas parpadea, en el espacio en calma el ambiente aletea. El Pasig, arrastrando sus quiapos culebrea y al beso de los aires sonríe y burbujea. La luz de los voltáicos las esquinas blanquea Un carro de basuras crujiendo traquetea.

Faltábame conocer, entre lo que no debía de serme desconocido en aquella vasta y montaraz comarca, la salida del valle por la cuenca del río hasta su desembocadura, con lo cual habría completado yo la travesía del espinazo de la cordillera cantábrica por una de sus vértebras más considerables; y como cabalmente en aquellos días estaba yo en vena de exploraciones y correteos, aunque, bien lo sabe Dios, más que por ansias de la curiosidad, por miedo a la inacción enervadora enfrente del temible enemigo, cabalgué una mañana muy temprano en el peludo jamelgo que tan sesudamente me habían traído y llevado por las escabrosidades más peligrosas de la montaña, y, de propio y deliberado intento, solo y sin otro guía que el instinto y la larga experiencia del honrado cuadrúpedo, más unos informes que me habían suministrado de palabra la noche antes en la tertulia de mi tío; atravesé el ruinoso puente que une las dos orillas del Nansa a corto trecho de la casona, y emprendí la marcha siguiendo la bien trillada senda que culebrea por la ladera del cerro, acompañándome el continuo rumor de las invisibles aguas corriendo en el fondo del sombrío cauce a muchas varas bajo mis pies.

Me pongo en marcha entre el tumulto. Del lado del bosque, el cielo está cubierto de miriadas de luces de colores, cohetes, bombas que estallan en las alturas y caen en lluvias chispeantes, violetas, rojizas, azules, blancas, anaranjadas. Al frente, en el extremo, sobre la multitud que culebrea en la Avenida, la plaza de la Concordia parece un incendio.

El camino desciende en empinados recuestos, culebrea entre rapadas lomas, toca en un huertecillo de granados, se acosta a un plantel de oliveras, empareja con un azarbe de aguas tranquilas, pasa rozando el cubo de un molino, entra, por fin, en las huertas frescas y amenas de Elda.