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La nación que ha descubierto, colonizado, cristianizado y civilizado á América, tiene más derecho que ninguna á ser y á llamarse americana, aun dentro de las doctrinas de Monroe, y tiene el deber sagrado é ineludible de sostener este derecho con razones y con armas, hasta donde sus fuerzas alcancen y mientras su sangre, su dinero y su crédito no se agoten.

Era prolijo en las descripciones, deteniéndose más cuando el objeto reproducido estaba lleno de telarañas, habitado por las chinches ó colonizado por la ilustre familia de las ratas, y su estilo tenía un desaliño sublime, remedio fiel del desorden de la tempestad. ¿Será preciso decir que usaba de mano maestra los más negros colores, y que sus personajes, sin excepción, morían ahogados en algún sumidero, asfixiados en laguna pestilencial, ó asesinados con hacha, sierra ú otra herramienta estrambótica?

El doctor recordaba su vida de joven, cuando había colonizado tierras vírgenes recientemente abandonadas por el indio.

Sólo el que ha colonizado puede comprender la conducta de aquellos españoles. Tuvieron que implantar la civilización de su época sin otra ayuda que la de unos niños grandes que únicamente se mueven a impulsos del temor. Hablaron después de esto de los «grandes crímenes» de los conquistadores. Eran gente dura, violenta dijo Ojeda , y hasta entre ellos mismos dirimían con sangre sus cuestiones.

España, que había colonizado medio mundo a su manera, era a su vez descubierta y colonizada por los europeos. Los españoles aparecían como pobres indios guiados por su cacique el fraile y adornados los harapos con escapularios y milagrosas reliquias. El anticlericalismo era el único remedio para tanta ruina, y este espíritu vino con los colonizadores extranjeros.

De ésto se deduce, que la colonización debe efectuarse en condiciones que llene aquellos fines, armonizando el bienestar del elemento colonizador y del colonizado, y fomentando el desarrollo de la riqueza mediante una acertada explotación de sus productos naturales, que lo mismo beneficie á los indígenas, sin distinción alguna de castas, que á los nacidos en la península, cuya misión allí no es de dominio ni de conquista, puesto que las colonias, como sabiamente disponen nuestras leyes, sólo deben ser una continuación de la metrópoli por la extensión de la raza, que al confundirse con la indígena le presta los elementos indispensables para su transformación etnológica, poniéndola en condíciones de alcanzar el nivel intelectual de los pueblos civilizados.

Zurita intervino, con la precipitación del que oye hablar de algo que conoce mejor que sus interlocutores. De eso puedo decir mucho. Yo he colonizado, ¿sabe, amigo?... Yo he vivido en el desierto, y allí conocí lo que habían sido los antiguos españoles y lo mucho que les debemos... Nosotros hemos sido injustos con ellos. Nos educan mal por patriotismo: nos inculcan mentiras desde la niñez.

Hasta de la mezcla de la sangre española con la sangre india, se podría suponer que ha nacido y que se desenvolverá una raza distinta y acaso superior á la europea. ¿Pero en los Estados Unidos hay algo más que el suelo que sea americano? ¿Qué significa pues la manoseada frase «para los americanos América?» ¿Con qué razón, con qué derecho, á no ser por la fuerza cuando la tengan, tratarán los yankees de echar de América primero á España, y después á Inglaterra, á Francia, á Holanda y á Dinamarca, que son tan americanas como los yankees y han merecido y merecen más aplauso y gratitud de América, porque la han colonizado, civilizado y cristianizado, implantando en ella todo el saber, toda la virtud y todos los gérmenes de poder y de grandeza de que los yankees andan ahora tan orgullosos?