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A un niño se le amenaza con el Duende, ó porque no llore, ó por imprudente conducta de los que le educan. Excítasele la pasion del miedo, y se le imprime tan vivamente aquella especie, ó imagen, que despues nadie es capaz de desengañarle.

Cada cosa pide su elemento propio para vivir y desenvolverse. Las ideas del hombre están en el mismo caso: se educan, se fortalecen y aun se iluminan con el concurso de ciertos agentes externos que parecen providenciales en determinados casos de la vida. ¡Carape si se me ocurren cosas bonitas ahora!

La verdad es, querida mía, que todas somos ridículamente educadas... Esas educaciones etéreas falsean nuestro entendimiento... Lo cierto es que no hay nada en la tierra, ni en el cielo, mucho lo temo, que pueda responder a la idea que nos hemos formado de la felicidad... Nos educan como a espíritus puros, y en realidad no somos más que mujeres... hijas de Eva... nada, nada más.

Vuelven los días de jarana, y ya estamos suspirando otra vez porque se acorte la cuerda. Así somos, y así creo que seremos hasta que se afeiten las ranas». Es la condición humana. Así viven y se educan las sociedades dijo el Delfín . Lo que a no me gusta es que esto se haga por otra vía que la de la Ley.

Zurita intervino, con la precipitación del que oye hablar de algo que conoce mejor que sus interlocutores. De eso puedo decir mucho. Yo he colonizado, ¿sabe, amigo?... Yo he vivido en el desierto, y allí conocí lo que habían sido los antiguos españoles y lo mucho que les debemos... Nosotros hemos sido injustos con ellos. Nos educan mal por patriotismo: nos inculcan mentiras desde la niñez.

Pero ellos no tienen la culpa. Tienen la culpa los otros, los sabios, los declamadores, los que les educan, esos malvados charlatanes que profanan el don de la palabra en los infames conciliábulos de las Cortes. Tienen la culpa los revolucionarios, rebeldes á su Rey, blasfemos de su Dios, escarnio del linaje humano. ¡Oh, Dios de justicia! ¿No veré yo el día de la venganza?"

Ellos son, generalmente, los que educan y forman los muchachos, esmerándose en aquellos que revelan mejores facultades: son los que dirigen los golpes de importancia; los que dan el cebo, o sea el dinero necesario para realizar el robo, que hasta para eso se precisa plata, dada la situación a que ha llegado el mundo; en fin, son los grandes dignatarios de su orden.

Pero, ¿qué mucho si hasta menos altas facultades y virtudes, cuando están en potencia, se actúan, se acicalan, se templan, se bruñen y se aguzan en París como la espada en la oficina del armero? En París, no sólo el entendimiento, la imaginación y la sensibilidad, no sólo los sentidos estéticos, o sea la vista y el oído, sino también los otros tres sentidos, se educan y se perfeccionan.

La verdadera escuela debe ser la naturaleza libre con sus hermosos paisajes para contemplarlos, con sus leyes para estudiarlas, pero también con sus obstáculos, para vencerlos. No se educan hombres animosos y puros en salas estrechas con ventanas enrejadas.

Apenas la vio don Juan, dijo como si tratase de reanudar la conversación que anteriormente tuvieron: Hoy que está usted monísima. ¡Cualquiera diría que se ha escapado usted de uno de esos conventos donde se educan las señoritas de la grandeza! Pues mire usted, estoy que rabio. Hoy me han repartido otro papel... también de esos que... en fin, véalo usted.