United States or Kyrgyzstan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Hacía un calor bestial; todos teníamos que andar casi desnudos. Nos acercamos a tierra. Se veía una costa pantanosa verde, y la desembocadura de un río a lo lejos. El capitán, el doctor Cornelius y Silva Coelho fueron a tierra. Luego supimos que íbamos a llevar a América trescientos chinos, más cincuenta barriles de opio. El opio valía entonces una enormidad.

Se les dejó a los dos una chaqueta para envolver el brazo izquierdo y parar los golpes. Fué un combate terrible, en que los dos enemigos saltaban, se agarraban, se mordían. Varias veces Silva Coelho tuvo sujeto por los pelos a Chim e intentó herirle; pero entonces el malayo se acercaba al portugués, hasta estrecharse con él, y le mordía en la muñeca, y el otro tenía que soltar la cabellera.

Ryp Timmermans tenía como pinche un chino, el chino Bernardo; un chino rubio que se dedicaba a cazar todas las ratas del barco y a comérselas. El jefe de los portugueses era un mestizo de indio, lacrimoso y sucio, que hacía de intérprete, y se llamaba Silva Coelho. El contramaestre, Old Sam, muchas veces no podía sujetar aquella gente y buscaba el auxilio del capitán.

Resuelto este punto importante, fuimos al castillo de proa, en donde se habían fortificado los portugueses. Tristán llamó a Silva Coelho, y le dijo que éramos más que ellos y que estábamos armados; añadió que no pensábamos atacarlos; podían hacer lo que quisieran. Los portugueses optaron por rendirse. Tristán de Ugarte, ya capitán de hecho, mandó coger a todos los chinos y bajarlos a la bodega.

Además, nos explicó lo que cada uno podía alegar en su propia defensa. El negocio de los chinos lo hacían únicamente el capitán Zaldumbide, el médico y el portugués Silva Coelho; a éstos los habían matado los chinos por haberles engañado. Respecto a la trata, nadie sabía nada. Si el barco se había dedicado a este negocio, era antes de que entráramos en él.

Se jugó a cara y cruz con una moneda y salieron elegidos Chim, el malayo, y Silva Coelho. Tristán no tuvo más remedio que dejar hacer, y se retiró a su cámara. Yo me quedé a presenciar la lucha. Era al comenzar el alba. En el cielo aparecían celajes espesos y desgarrados que anunciaban viento. Los dos hombres desafiados eran fuertes, astutos y manejaban el cuchillo con habilidad.