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En toda la noche no cerró Loppi los ojos, pensando en el amanecer, y en los puños alzados de Masicas, que le parecieron un ganso cada uno. Y a paso de moribundo se fue arrimando al charco a los claros del día. Y las voces que daba parecían hilos, por lo tristes, por lo delgadas: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ ¿Qué quiere el leñador? Para , nada: ¿qué he de querer yo?

Con su presa en el morral, salió otra vez al camino que antes llevaba; y echándose la escopeta al hombro, marchó á largos pasos hacia su casa, pues ya había oído tocar á mediodía y no le gustaba hacer esperar á don Silvestre que de fijo, estaría arrimando las sillas á la mesa. Cerca ya de la portalada del mayorazgo, oyó un estrepitoso ruido.

La falta de movimiento hacía que los ruidos fueran escasos: sólo se oían el penetrante sonido de una banda de cornetas que aprendía a tocar llamada por bajo del cuartel de la Montaña y el cansado grito con que se animaban varios mozos que, arrimando el hombro a un furgón, iban empujándolo hacia el muelle de descarga. En el andén no había casi nadie.

Mirólos éste despacio, arrimando el farol a la cara de cada uno; y cuando los hubo conocido, ¡Tanto bueno por acá! exclamó . Ya me esperaba yo la visita. ¿Se la han anunciado a usted, acaso? ¿Qué más anuncio que la proximidad de las elecciones? ¡Je, je, je!... ¡Qué don Recaredo éste! ¡Siempre el mismo! ¡Qué célebre!

Antes de romper la marcha, llegó un indio de la partida que tiró al S, con la noticia de haber encontrado unos caballos maneados, y á un mismo tiempo, previniéndonos nos fuesemos arrimando para la costa.

55. Despues de esto se iban arrimando poco

Hablamos un rato del acontecimiento que mis lectores conocen, y después, arrimando con arte la conversación hacia asunto más de su gusto, me dijo: Amaranta me asegura que no miras con malos ojos a esa jovenzuela que nos trajiste anoche. ¡Bonita formalidad es la tuya! ¿Y qué dirán de un chiquillo que en vez de inclinarse a buscar apoyo para sus inexperiencias en la compañía de personas mayores, se enloquece con las niñas de su misma edad?... Vuelve en ti, hombre... oye la voz de la razón... penétrate bien de...

Y Bonis, llorando al pensar esto, se decía, arrimando la cabeza contra una pared: , ; lo de siempre; el anhelo de toda mi vida desde que pude tenerlo: ¡el hijo! Por su espíritu pasó como el halago de una mano de luz que le curaba, sólo con su contacto, las llagas del corazón.

El desengaño le dejó confundido, y, no sintiéndose con aliento para pasar a la cuadra contigua, donde se hallaban los magnates y prelados, agazapose en el más obscuro rincón, entre un grupo de religiosos. El franciscano, arrimando su taburete, le dijo en voz baja: ¡Nonada habelles descubierto la madriguera a esos lobos!

Emma, en vez de levantar a su marido de la postrada actitud, después de dar un grito, como los que daba al entrar en su baño de agua tibia, fue doblándose, doblándose, hasta quedar con la boca al nivel de la boca de Bonis; con ambas manos le agarró las barbas, le echó hacia atrás la cabeza, y, como si los labios del otro fuesen oído, arrimando a ellos los dientes, dijo como quien hablando bajo quisiera dar voces: ¡Júrame que no me la pegas!