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Recogidos, ordenados e ilustrados por Francisco Rodríguez Marín, socio facultativo de El Fok-Lore Andaluz. 5 tomos 8.º, 25 y 27 pesetas. Contiene: Nanas, o coplas de cuna. Rimas infantiles. Adivinanzas. Pegas. Oraciones, ensalmos y conjuros amorosos. Requiebros, declaración, ternezas, constancia, serenata y despedida.

Piegar ti no, no... quiriendo ti más que a la bendita luz. Pues si no me pegas, vamos dijo Benina, aproximándose cariñosa, y cogiéndole por el brazo».

No se ve sino un pedazo como el que coges dentro de la boca cuando le pegas una mordida a un pan. Ya, ya comprendo. Todos dicen que ninguna hermosura iguala a la del mar, por causa de la sencillez que hay en él.... Oye, Nela, lo que voy a decirte.... ¿Pero qué haces? La Nela, agarrando con ambas manos la rama del nogal, se suspendía y balanceaba graciosamente. Aquí estoy, señorito mío.

Luchó valerosamente por desasirse chillando al mismo tiempo. ¿A me pegas , viejo gorrino? ¿A ? ¿a ? No logrando arrancar de las tenazas que la oprimían, le echó la mano a la cara y le clavó en ella las uñas. La lucha había hecho rodar algunos vasos.

¡No, por Dios! ¡Concha, no, por Dios! respondía entre sollozos la criatura. Te quiero mucho... y a madrina también... Si no me pegas te he de dar mi caja de muñecas... ¿De veras? dijo dulcificándose. , ahora mismo si la quieres. ¿Y el estuche de costura? También. ¿Y el armarito de espejo? , el armarito también. Concha hizo ademán de vacilar. La niña la miraba con ojos ansiosos.

Emma, en vez de levantar a su marido de la postrada actitud, después de dar un grito, como los que daba al entrar en su baño de agua tibia, fue doblándose, doblándose, hasta quedar con la boca al nivel de la boca de Bonis; con ambas manos le agarró las barbas, le echó hacia atrás la cabeza, y, como si los labios del otro fuesen oído, arrimando a ellos los dientes, dijo como quien hablando bajo quisiera dar voces: ¡Júrame que no me la pegas!

Pocos días después presentábase la muchacha escoltada por la Teodora y otras respetables brujas de las Cambroneras. ¡Aquí ties a tu chica! gritaban desde la puerta . ¡Vamos a ver si la pegas, peazo de bruto! El gitano rodaba los ojos, levantaba los brazos como si fuese a aplastar a la chavalilla, caída a sus pies con las manos juntas y el rostro compungido, y de repente rompía a llorar.