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Lo que yo digo: «Ya le verán ustés, cuando esté bueno del todo, y me darán noticias...» Haz como otras veces. Te vas al toro derechamente, con ese coraje que Dios te ha dao, y ¡zas! estocada hasta la cruz... y te lo metes en el bolsillo. Gallardo aprobaba con una sonrisa enigmática... ¡Meterse los toros en el bolsillo! No deseaba otra cosa.

Así andan las cosas de España: mucho de revolución, de libertad, de derechos individuales.... ¡Y al fin, por todas partes la tiranía, el privilegio, el feudalismo! Porque, vamos a ver, ¿qué es esto sino reproducir los ominosos tiempos de la gleba y las iniquidades de la servidumbre? Que yo necesito tu hija, ¡zas!, pues contra tu voluntad te la cojo.

Una vez le había dado una bofetada a un chusco que le había cogido por la levita, en el gabinete de física de la Universidad, para hacerle entrar en una corriente eléctrica. Don Víctor había sentido la sacudida, pero acto continuo ¡zas! había santiguado al gracioso. Me basta con una buena tronada para reconocer que hay un más allá y un Juez Supremo.

Viéndose a solas en la habitación conyugal pues había vuelto a ella al abandonar su cuarto de enfermo , plantábase frente a un espejo y se perfilaba lo mismo que si estuviese ante un toro, poniendo un brazo sobre otro en forma de cruz, cual si tuviera en sus manos la espada y la muleta. ¡Zas!

Tuvo la culpa Paco decía Visitación, ceñidas con una cuerda las piernas, por encima del vestido . Empujó demasiado fuerte, para que se cayera Saturno y, ¡zas! subió la barquilla allá arriba y al bajar... se enganchó en ese palo. Obdulia no se movía, pero gritaba sin cesar.

-Eso creo yo bien -respondió don Quijote-, porque he tenido con el gigante la más descomunal y desaforada batalla que pienso tener en todos los días de mi vida; y de un revés, ¡zas!, le derribé la cabeza en el suelo, y fue tanta la sangre que le salió, que los arroyos corrían por la tierra como si fueran de agua.

Y algo más tarde, hallándose el venerable mandarín hablando con unas señoras, un poco inclinado hacia adelante por estar ellas sentadas, acercósele sir Roberto con mucho disimulo, oculto entre el gentío, y sin provocación ninguna, sin objeto alguno justificado, ¡zas!, hundióle con flema británica, hasta la cabeza, un alfiler en la nalga izquierda...

Dispararías cuando fuera menester... No, no, siempre... Al que me hiciera algo, ¡zas!...». A esto llegaban cuando volvió la criada trayendo un plato con varios pedazos de turrón, de parte de la señorita Emilia y del señorito Miquis.

Manuel Antonio se mostró jovial y decidor, trató de alegrarla cuanto pudo, atrayendo de nuevo la sangre a aquel corazón ulcerado para que la puñalada fuese más dolorosa. Pidió chocolate, lo tomaron jaraneando lindamente: Amalia llegó a olvidarse de sus preocupaciones. Y cuándo más olvidada estaba ¡zas! la bomba.

Aquí la mesa, junto a la ventana dijo Feli . escribirás de espaldas a la cocina, y yo vendré de puntillas, poquito a poco, y... ¡zas! te daré el gran susto, cuando menos lo esperes, echándote los brazos al cuello, besándote... así, así.