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Actualizado: 3 de julio de 2025


»A me enseñaron muchas cosas en libros, con la aguja, de palabra, por escrito y hasta por señas y a toque de violín; pero sobre todas las enseñanzas obligatorias en aquel colegio, prevalecieron las del mal ejemplo de mis compañeras, más avispadas que yo, o más cargadas de malicias y de años.

Lo que en aquel instante sentía el corazón de Timoteo era idéntico a lo que vibraba en el alma de su violín, todo lánguido, todo voluptuoso. Señora, yo que soy un gusano indigno... Este comienzo no le pareció mal a D.ª Carolina y procuró dárselo a entender con una sonrisa benévola. Un gusano... eso es... Vamos, Timoteo, cálmese usted. Le veo un poco agitado.

Sobre un montón de cables, un emigrante de cabeza rapada movía el arco de su violín, sin que el más leve sonido llegase hasta el paseo donde rugían los cobres.

Y el lamento era tan penetrante, tan afilado y agudo, que más que voz de un ser viviente parecía el sonido de la prima de un violín herida tenuemente en lo más alto de la escala. Sonaba de esta manera: miiii... Jacinta miraba al suelo; porque sin duda el quejido aquel venía de lo profundo de la tierra. En sus desconsoladas entrañas lo sentía ella penetrar, traspasándole como una aguja el corazón.

Cuando logré conocerlo a fondo, me convencí de lo mucho que valía. Tenía entre sus variadísimos talentos el de afinarse a las condiciones del marchante, ni más ni menos que como se afina un violín a la nota que da el director de orquesta.

Una lágrima tibia brotó de ella Que se mezcló á tus blandas armonías, Y en dobles simpatías Vibró al compas el arco y corazon. Al eco misterioso de los bosques Uniste al trino puro de las aves, Y en melodías suaves Brotó tu inspiracion como raudal. El ángel de las santas armonías Cubrió tu frente con sus alas de oro, Y en tu violin sonoro De Paganini el alma suspiró.

Percibe el dejo amargo del andante, la fuga impetuosa del allegro y hasta la ficticia, nerviosa alegría del scherzo. Y no se enternece. Al contrario, en cuanto observa que el violín arrastra las notas de cierto modo particular extraordinariamente lánguido, se pone inquieta, nerviosa, no sabe lo que dice, se muerde los labios y sacude la cabeza con desesperación.

El violín volvió a rasgar el silencio de fuera con notas temblorosas, que parecían titilar como las estrellas. Ya no se trataba de las ansias amorosas de Fausto en la mirada casta y pura de Margarita; ahora el instrumentista arrastraba perezosamente por las cuerdas del violín los quejidos de la Traviata momentos antes de morir.

¡Jesús, Arias, oléis a carbón de piedra! Rafael, mira que cuando hablas, tienes dejo. Arias, se os ha pegado el desgavilo. Arias, te vas volviendo rubio. Rafael, cántale al barón: Cuando el rey de Francia toca el violín, dicen los franceses , , , , . Arias dijo Polo , parecéis un oso en medio de un enjambre de abejas.

Gracias, Salomón, gracias dijo el señor Lammeter, cuando el violín se detuvo de nuevo ; tocáis en «las colinas, de lejos, muy lejos». Mi padre me decía siempre que oíamos esa música: «¡Ah, hijo mío, yo también vengo de allende las colinas, de lejos, muy lejosHay muchos aires que no tienen para pies ni cabeza; pero ése me habla como el silbido del mirlo.

Palabra del Dia

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