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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Apretando las primeras que llegaron a chocar con la suya se dirigió desde luego a la señora de la casa, con voz cascada que ayudaba mucho al efecto cómico, diciendo: Perdone usted, Clementina, si llego con un poco de retraso. Viniendo acá me cogió por su cuenta Perales, ya sabe usted ¡Perales!, no tengo más que decir.

Finalmente, como yo tuviese fama de gran labrandera, mi señora la duquesa, que estaba recién casada con el duque mi señor, quiso traerme consigo a este reino de Aragón y a mi hija ni más ni menos, adonde, yendo días y viniendo días, creció mi hija, y con ella todo el donaire del mundo: canta como una calandria, danza como el pensamiento, baila como una perdida, lee y escribe como un maestro de escuela, y cuenta como un avariento.

La discusión fué larga y templada, y aunque las representantes del sexo débil abusaron de la palabra, no se oyó una más alta que otra, viniendo todas á un perfecto acuerdo tan luego como la digna Tintay lanzaba por entre olas de negra saliva su consabido osus-María-seff.

Con mil angustias y rodeos, y sin saber él mismo lo que se decía, comenzó su triste tarea, viniendo a decirle al cabo que su hijo estaba enfermo en Madrid y muy grave. La pobre mujer saltó de la silla blanca cual un papel, extrañada y casi irritada como si fuese aquello una broma horrible que vinieran a darle. ¡Imposible! gritó . ¡Si me escribió ayer! ¡Si tengo yo aquí la carta!...

Pues que no beban, ¡porra!, que nos dejen tranquilos, sin exigirnos que disfracemos nuestros vinos; los guardaremos almacenados para que envejezcan tranquilamente, y estoy seguro de que algún día nos harán justicia viniendo a buscarlos de rodillas... Esto ha cambiado mucho. La Inglaterra debe de estar perdida. No necesito que me lo digas; demasiado lo veo yo aquí recibiendo visitas.

Siendo como sois sobrino del cocinero mayor del rey, y viniendo como vendréis por esta razón, con frecuencia, á palacio, me veréis de seguro. ¿Pero vos no haréis nada porque yo os vea? No respondió fríamente la dama. ¡Ah! perdonad, señora. Estáis perdonado; ahora sepamos: ¿habéis muerto á don Rodrigo Calderón? No lo , señora; sólo que le he tirado á muerte. ¿Os ha conocido don Rodrigo?

Pero allí estaban en su casa, podían atracarse hasta el gañote con todo lo que iría viniendo, y nadie podría ir a contarle al vecino cómo se las arreglaban para hacer por la vida. Esto era la verdad; lo demás pamplinas, modas estúpidas y sufrir..... ¡Hola! Ya se presentaba la gallina del puchero. ¿Que quién la parte? Juanito mismo.

La dama tomó la cartera y el brazalete de sobre la mesa, desapareció por la puerta de los tapices, y estuvo gran rato fuera dando tiempo con su tardanza á que Juan Montiño, yendo y viniendo en su imaginación con todo lo que le acontecía, con todo lo que sentía y con la noble, dulce y resplandeciente hermosura de la incógnita, acabase de volverse loco. Al fin la dama apareció de nuevo.

Anduvo algunos días el Armada Fortuna acá y allá yendo y viniendo; Despues, la mar estando sosegada, Navega, en breve tiempo descubriendo La tierra tan de todos deseada. Y sin saber están, yendo diciendo, ¿Qué tierra puede ser la que se via? Paró el Armada allí, que anochecía.

Verdad es, que siempre que un feliz mortal, viniendo de tierras extrañas, logra vencer la prevención susodicha, su triunfo es completísimo, su propia calidad de exótico le da mayor precio, y los más encumbrados parisienses le ponen sobre el pedestal en que ellos mismos están o se creen colocados.

Palabra del Dia

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