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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Al verla, debió pasar un soplo de enternecimiento por el corazón de la irritada hermana; destacose del grupo, y viniendo hacia ella, la echó los brazos al cuello diciendo: No llores, Chonchita, no llores. Pero al pronunciar estas palabras lloraba también. La cabecita rubia y la morena estuvieron un instante confundidas. Rodeáronlas las amigas, y ni una sola dejó de verter lágrimas.
Su feroz abuela, viniendo de la fila más presto de lo que él pensaba, le había sorprendido en plena zambra andaluza entonando con voz quejumbrosa una seguidilla gitana: «Cuando yo me muera mira que te encargo que con la trenza de tu pelo negro me ates las manos.»
7 Antes por el contrario, como vieron que el Evangelio de la incircuncisión me era encargado, como a Pedro el de la circuncisión, 11 Pero viniendo Pedro a Antioquía, le resistí en la cara, porque era de condenar. 13 Y a su disimulación consentían también los otros judíos; de tal manera que aun Bernabé fue también llevado de ellos en su hipocresía. En ninguna manera.
El doctor y Antoñita se miraron y dejaron libre curso a aquella expansión que no podía menos de proporcionar alivio a Amaury viniendo a calmar en parte su terrible excitación nerviosa.
Encima del mesmu rejoyón del Salgueru: a hora y media de aquí. Bien; pero... de paso. ¡Quiá! no, señor: encuevándose. Conque... encuevándose... Y ¿quién le ha visto? Chorcus, esta mañana, viniendo del invernal de Picachus. ¿Está bien seguro de haberle visto?
Pero se cansaron pronto. En los siguientes los dejaron solos, viniendo la madre de vez en cuando a echar una ojeada al retrato y a decir dos palabritas de cortesía. En aquellos quince días que la pintura del retrato duró, la intimidad entre el Duque y la hermosa joven creció extremadamente. El magnate había condescendido hasta contarle mucha parte de su historia privada.
La tardanza de don Baltasar era porque él no entraba nunca en la callejuela donde estaban los soportales y el postigo, sino después de haber visto el resplandor de una luz, desde la calle del Hombre de Piedra, en los vidrios de una ventana de la parte principal de la casa, cuya seña hacía Lisarda para que él supiese que podía ir sin cuidado; y aquella noche Lisarda no había hecho la seña a la hora de costumbre, porque en aquella hora estaba yo viniendo al mundo, y ella estaba junto a mi madre.
Para ella el amor tomaba siempre la forma de un guerrero y se le representaba con casco y loriga viniendo jadeante y cubierto de polvo, después de haber sacado a su competidor fuera de la silla de un bote de lanza, a doblar la rodilla delante de ella para recibir la corona de su mano, que después besaba con ternura y devoción.
Como consecuencia inmediata del feudalismo, el que constantemente se localizasen las contiendas de cacique á cacique, manteniendo los campos en continua alarma, viniendo muy á menudo á las armas, que consistían en piedras, flechas y lanzas, que arrojaban con suma destreza.
De repente una voz seca, vibrante, particular, dijo con acento de amenaza, viniendo de la dirección opuesta á la que llevaban el tío Manolillo y doña Clara: ¡Alto allá! que en noches tan obscuras es bueno evitar tropiezos. El bufón se detuvo al escuchar aquella voz y retrocedió. ¡Quevedo! exclamó doña Clara.
Palabra del Dia
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