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Actualizado: 23 de junio de 2025


«¡Lugarejo, dos minutosgritó una voz rápida y ronca. Don Víctor asomó la cabeza por la ventanilla. La estación, triste cabaña muy pintada de chocolate y muerta de frío, estaba al alcance de su mano o poco más distante. Sobre la puerta, asomada a una ventana una mujer rubia, como de treinta años, daba de mamar a un niño. «Es la mujer del jefe. Viven en este desierto.

Pero en el confesonario de enfrente había una joven también vestida de negro con la cara pegada a la ventanilla. Esto era ya grave. Así lo entendieron los fieles, y por eso, pecando contra el tercer mandamiento, no les quitaron ojo mientras duró la confesión. El cura tenía abrazado al joven, de suerte que los asistentes no podían observar más que sus piernas, que no decían nada.

Mientras llegaba el tren, paseamos y departimos alegremente, riendo bastante con las ocurrencias de Pepita. Cuando el cuerno del guardagujas anunció la llegada, nos abalanzamos presurosos al borde del andén, y tuvimos el gusto de ver a la ventanilla de un coche a la condesita, que nos saludó con el pañuelo, muy regocijada y agradecida.

Yo no: cualquier indiscreción en estas circunstancias, me perdería, me pondría en ridículo: ya me voy haciendo vieja. Miguel protestó; no pasaba por la vejez: se atrevió a decir, aunque mirando al paisaje por la ventanilla, que no había en Madrid niña que pudiera competir con ella en hermosura y elegancia.

Pero no permitía que su marido le preguntase siquiera por su estado, y un día le respondió con una crueldad sangrienta: Esto va bien, sufro mucho. Don Diego sacó la cabeza por la ventanilla y sus lágrimas cayeron sobre las ruedas. El viaje duró tres meses, sin cambiar ni el humor ni la salud de Germana. No estaba mejor ni peor: arrastraba la vida.

A las nueve y media vi por la ventanilla las torres y los edificios más elevados de una gran ciudad. Vuestra capital, señor dijo Sarto con cómica reverencia, e inclinándose me tomó el pulso. Algo agitado continuó con su eterno tono gruñón. ¡Como que no soy de piedra! exclamé. Pero servirá usted para el caso dijo satisfecho.

Si se retira a la una o a las dos de su tertulia, y pasa por una botica, llama: el mancebo, medio dormido, se asoma a la ventanilla. ¿Quién es? Dígame usted pregunta el calavera, ¿tendría usted espolines?

De pronto silbó la locomotora, lanzó tremendos resoplidos, crujieron los herrajes, arrancó el tren, dejando al galán en el andén con un «adiós, vida mía», en la boca y Cristeta permaneció asomada a la ventanilla hasta que le perdió de vista, agitando el pañuelo en la mano.

Sacó D. Nemesio una maquinita con espíritu de vino y se puso a hacer chocolate, que tomamos con increíble apetito y alegría. Pasaron volando cuatro o cinco estaciones más. Llegamos a Andújar. ¡Hola, señores! ¿Cómo se va? dijo una voz, y al mismo tiempo asomó por la ventanilla el rostro cetrino del catalán, esta vez risueño y desencogido, mirándonos con ojos benévolos.

Tendréis una espléndida iglesia y un púlpito, señor cura, pero un verdadero y espacioso púlpito. Arrancaron los caballos, y me asomé a la ventanilla para poder ver por más tiempo a mi viejo cura, que me hacía señales de cariñosa despedida, sin pensar en ponerse el sombrero, pues una feliz y dichosa esperanza había nacido en su corazón. Esta visita al cura sólo me hizo un bien pasajero.

Palabra del Dia

rigoleto

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