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Actualizado: 23 de julio de 2025
Arrodillose sobre la tarima contigua al confesonario, oró breves instantes y acercó al fin su rostro demacrado a la ventanilla enrejada. El P. Gil estaba inquieto, muy poco satisfecho de aquella preferencia. No que el confesar a una joven mas o menos agraciada le importase nada. Era el suyo un temperamento puro, sosegado. La lucha con la carne no le había costado nunca grandes fatigas.
Arrancó el tren y comenzó majestuosamente a separarse de la estación, y mi compañero de viaje seguía gritando a la ventanilla: ¡Puig! ¡Puig! Al fin se dejó caer rendido en el asiento, con la consternación pintada en el semblante. ¡Válgame Dios! ¡Válgame Dios! ¡Pobre señor!... Y principió a hacer comentarios tristísimos acerca de aquel lance desgraciado.
Ignorante de la ruta, sintió placer singular en entregarse a la ajena experiencia. Callada, se inclinó a la ventanilla y siguió la línea escabrosa de la sierra, que se recortaba en el cielo despejado. El tren andaba más despacio cada vez: estaban llegando a una estación. ¿Qué es esto? dijo volviéndose a su compañero. Miranda de Ebro contestó él lacónicamente.
La neófita miraba por la ventanilla, atraída vagamente y sin interés su atención por la gente que pasaba. Creeríase que miraba hacia fuera por no mirar hacia dentro; Maximiliano se la comía con los ojos, mientras el presbítero procuraba en vano animar la conversación con algunas cuchufletas bien poco ingeniosas. Llegaron por fin al convento.
Estábamos en Sanchidrián, á veinticinco leguas de Madrid, al otro lado de la cordillera del Guadarrama. ¡Bien nos habíamos portado! ¡Cinco horas de sueño de un tirón! Decía que estábamos en Sanchidrián, y que el aguijón del hambre nos había despertado. ¡Oirlo nosotros, y bajar el cristal de la ventanilla, todo fué una sola cosa!
Zeviya es dijo gravemente, después de haber sacado la cabeza por la ventanilla, un viajero de cuarenta a cincuenta años, con patillas hasta la nariz y vestido con chaqueta corta, corbata de anillo y sombrero de amplias alas. ¿Usted la ha visto? le pregunté con solicitud. ¿Que zi la he visto?
El señor de Seligny razona de estas cosas con un sentido recto y justo, y sus opiniones han rectificado singularmente las mías sobre muchos hechos acerca de los cuales algún día tendré ocasión de hablarte. Al pasar por delante del castillo de Eudoxia me he abalanzado a la ventanilla para ver la ventana de la habitación de Adela, en el ángulo del edificio.
Aquí, en este cajón... Se hace una visita a las personas notables, el alcalde, el cura, el notario... ¿Los libros de libranzas? Liette escuchaba con paciencia esta charla, solamente interrumpida por alguna breve pregunta o por la voz gangosa de alguna comadre que metía el hocico por la ventanilla como si fuera a arrancársele.
Que sí, que sí, hijito; que lo estoy pasando muy mal desde el día de San Bartolomé; que lo diga Ramón si no... Es verdad, es verdad bramó sordamente el elefante del marido. Lo está pasando muy mal... A mí me parece que es histérico... Andrés dejó de escuchar la conversación y se mudó a la otra ventanilla para seguir contemplando el paisaje.
El viajero puso dique a una marea de preguntas indiscretas que se asomaban a sus labios, y volviose hacia la ventanilla para no perder la hermosa decoración que le ofrecía la Naturaleza.
Palabra del Dia
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