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Actualizado: 23 de julio de 2025
El único que no estaba en la casa era Alejandro: el pícaro pardo había cumplido su promesa; un día de un altercado tremendo con mi tía, desbocó los caballos al descender la violenta pendiente de la barranca de la Recoleta y volcó el landeau en una zanja, lo hizo pedazos y magulló a mi tía que fue izada por la ventanilla con la gorra en la nuca y los vestidos en un desorden inconveniente.
En fin, esto pasará». Pasó ciertamente, y lo primero que hizo al reponerse fue variar la orden que había dado al simón. Habíale dicho Ave María, 18; pero tuvo una idea, y dijo Cabeza, 10, sacando la suya por la ventanilla, alargando el brazo y tocando con la llave que en la mano llevaba, al modo de un arma, el brazo del cochero.
Y llegando las dos a un corredor oscuro, se abrazaron con ímpetu, consternadas hasta el llanto por aquella penosa evocación de la sombra paterna. Entrecerrando los ojos, apoyó la frente contra el frío cristal de la ventanilla. Y entonces, en aquella profunda lontananza, las dos criaturas se desenlazaron y la miraron a ella con los ojos llorosos, fijamente.
Comenzó el carruaje a marchar despacio, pero, al poco tiempo, volvieron a oirse como pisadas de caballos. Ya no quedaban municiones; los caballos del coche estaban cansados. Vamos, Bautista, un esfuerzo grito Martín, sacando la cabeza por la ventanilla . ¡Así! Echando chispas. Bautista, excitado, gritaba y chasqueaba el látigo.
Tristán dio las gracias repetidas veces sin poder disimular su embarazo. Estaba realmente abochornado por su intemperancia pasada. El caballero se volvió a su rincón y de nuevo reinó el silencio. Tristán creía notar que las dos señoras le miraban con desprecio y acaso no le faltaba razón. Poco después el generoso caballero se asomó también a la ventanilla.
Con los ojos hinchados por el sueño y sintiendo leves escalofríos en el cuerpo, miré por la ventanilla y vi el pueblecillo de Vilches pintorescamente colgado entre dos montañas no muy lejos de la vía: parece sentado en un columpio cuyos cabos invisibles están amarrados a la cima de aquéllas.
Algunos sacerdotes tenían abiertas las puertas del confesonario y se les veía con sotana y bonete inclinar el cuerpo y oído hacia la ventanilla, reflejando en su rostro fruncido y en su postura desmadejada el cansancio que sentían. Otros las tenían cerradas herméticamente y apenas se advertía dentro, al pasar, la presencia de un ser humano.
Un día en que Stein estaba leyendo en su cuarto, cuya ventanilla daba al patio grande, donde a la sazón se hallaban los niños jugando con Marisalada, oyó que esta se puso a imitar el canto de diversos pájaros con tan rara perfección, que aquel suspendió su lectura para admirar una habilidad tan extraordinaria.
Pocas horas después, Luis, Justa y Soledad agitaban los pañuelos en el andén de la estación, mientras la pareja feliz les saludaba con los suyos asomada a la ventanilla del sleeping, lecho con ruedas, tálamo ambulante, símbolo acaso sobrado casto para quien tal idea tenía del amor.
Pero pronto despertó con estremecimiento, y creyó oír una voz que decía: ¡Alabado seas, Señor, por nuestra hermana la luna y las estrellas, que en el cielo has formado claras, bellas y preciosas! El fraile se levantó de su duro lecho y se puso en oración, hasta que, a través de la ventanilla de su pobre celda, vió palidecer la luna y las estrellas.
Palabra del Dia
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