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Actualizado: 23 de julio de 2025
Ahora mismo te llevaremos a un sitio donde puedes quedar bien persuadido... ¡Manuel! añadió sacando la cabeza por la ventanilla da la vuelta y llévanos a la calle de Atocha. Para delante de la iglesia de San Sebastián. ¡Vivo! Obedeció el cochero, entraron en la ciudad y llegaron al punto designado en pocos minutos. Se apearon allí y dieron orden de que el carruaje les esperase.
Seré muy buena; te querré mucho... Me tomas como una amante; pero con bondad y con cariño, yo he de conseguir que me adores como a esposa. Venganza moruna Casi todos los que ocupaban aquel vagón de tercera conocían a Marieta, una buena moza vestida de luto, que, con un niño de pechos en el regazo, estaba junto a una ventanilla, rehuyendo las miradas y la conversación de sus vecinas.
Y súbito, sin poder contenerse, apretó la muñeca al delegado diciendo: Sea usted franco, García... Empieza usted a tener sospechas de esa mujer. No tengo por qué ocultarlo replicó aquel con sosiego mirando por la ventanilla. La circunstancia de ser la última persona que ha hablado con el niño me da mucho que pensar... Luego, esa visita a la cárcel...
Algo blanco, encuadrado por una ventanilla, se agitaba en su obscuro interior. La luz de un farol de gas arrancó de este bulto un reflejo irisado, un fulgor de piedras preciosas.
Un grito de júbilo se escapó de todos los pechos al aproximarse el carruaje. Don Rosendo, conmovido, sacó la cabeza, por la ventanilla y se quitó el sombrero ostentando el pedazo de tafetán inglés. A su vista, el público lanzó un ¡hurra! formidable. El vehículo fué escoltado por la muchedumbre.
El coche marchaba por una serie de calles estrechísimas, bailando muy más de la cuenta para mis huesos; pero como yo venía dispuesto a admirarme de todo y hallarlo de perlas, lejos de quejarme, sacaba a menudo la cabeza por la ventanilla y echando una ojeada a las casas de pobre apariencia que íbamos pasando, me dejaba caer otra vez sobre el asiento, exclamando lleno de gozo: «¡Oh, qué árabe, qué árabe es todo esto!»
»Con tantas lágrimas y con muestras de tanto arrepentimiento dijo esto el renegado, que todos de un mesmo parecer consentimos, y venimos en declararle la verdad del caso; y así, le dimos cuenta de todo, sin encubrirle nada. Mostrámosle la ventanilla por donde parecía la caña, y él marcó desde allí la casa, y quedó de tener especial y gran cuidado de informarse quién en ella vivía.
Viendo que no se las daban, preguntó, inclinándose a la ventanilla y con voz áspera: ¿A dónde? Ambos se miraron indecisos. A Miguel se le ocurrió por fin decir: Atocha, 145. Era la mayor distancia que halló. Abrigaba el designio de ir a otra parte, pero era necesario convencer a la generala.
Es la hora repuso el mozo, malhumorado. Y ¿quién te ha dicho a ti que era la hora? El reloj. Pues aquí no hay más reloj que yo; ¿lo entiendes, mastuerzo? dijo el expendedor con voz colérica, sacando cuanto pudo el airado rostro por la ventanilla. ¡Vaya, vaya! ¡Pues no faltaba más que estuviésemos aquí sujetos a la voluntad de los señores mozos!
Cuando sonó el pito del jefe y la máquina contestó con un formidable resoplido, D. Nemesio, presa de indescriptible ansiedad, asomó su calva venerable por la ventanilla gritando: ¡Puig! ¡Puig!... Mozo, mire usted si en el retrete hay un caballero catalán... El mozo se encogió de hombros con indiferencia.
Palabra del Dia
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