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Actualizado: 15 de mayo de 2025


¡Oh, cuesta mucho!... ¿Usted quiere comprar? Si usted querés venderme... contestó llanamente Candiyú, convencido de la imposibilidad de tal compra. Pero míster Hall proseguía mirándolo con pesada fijeza, mientras la membrana saltaba del disco a fuerza de marchas metálicas. Vendo barato a usted... ¡cincuenta pesos!

La semana que entra declaró Isidora vendo la sala. ¡Vendes la sala! . Pásese usted luego por casa de la prendera. Que venga a verla. Veremos lo que da». Después echó una mirada de cariñoso desconsuelo al armario de luna. «¿Y el armario también? También. ¿Y la cama dorada?». Isidora meditó un rato. Después dijo: «No; me quedo con la cama». En esto andaban cuando reapareció la Sanguijuelera.

El viejo hechicero ha envenenado mi dicha; sin embargo, me ha inspirado la desconfianza contra las drogas, los ungüentos, los perfumes y los polvos: contra todo lo que vendo a mis infortunadas clientes. BEAUVALLON. Sin embargo, en tu profesión debe de haber algunos minutos divertidos.

Sofía, echa a andar, si te molesta ver una operación quirúrgica. Mientras Sofía daba algunos pasos para poner su precioso sistema nervioso a cubierto de toda alteración, Teodoro Golfín sacó su estuche, del estuche unas pinzas, y en un santiamén extrajo la espina. ¡Bien por la mujer valiente! dijo, observando la serenidad de la Nela . Ahora vendemos el pie. Con su pañuelo vendó el pie herido.

No tienes una idea del número de criaturas que pasan diariamente por aquí, y a las que vendo, por diez francos, unos tarros de pomada que a nosotros nos cuestan cincuenta céntimos, comprendido el envase. ¡El temor de envejecer...! ¡Esto es terrible para las mujeres que no saben hacerse viejas...! ¡Bah...! ¡No hay sacerdote que haya oído las confesiones que yo escucho a diario en uno de estos compartimientos!

Váyase usted al demonio contestó en castizo castellano Miranda, volviendo las espaldas a su interlocutora, y olvidando, como solía, sus postizas finuras de salón ante la herida de su amor propio. Lucía aun vendó aquella noche el pie, casi sano ya, de Miranda.

Ya no está la Magdalena para estos tafetanes, como dijo el otro... Y ahora pienso, señoras, que a ustedes, que comercian, les conviene este libro. Ea, lo vendo, si me lo pagan bien. ¿Cuánto? Por ser para ustedes, dos reales. Es mucho dijo Cuarto e kilo, mirando las hojas del libro, que continuaba en manos de su compañera . Y ¿para qué lo queremos nosotras, si nos estorba lo negro?

Rafaela y Jacinta respiraron, pasmadas del valor de su amiga, a quien veían como una criatura sobrenatural. Con que vamos a ver prosiguió esta guiñando los ojos, como siempre que exponía un asunto importante . Nosotras nos llevamos al niñito, y le damos a usted una cantidad para que se remedie... ¿Y qué hago yo con un triste estipendio? ¿Cree que yo me vendo?

Vendo quan mal aceitais As obras dos naturaes, Fiz esta em lingua estrangeira, Por ver se desta maneira Como á elles nos tratais.

¿Falsas? ¡eh, señora! si queréis ahora mismo por ellas doscientos doblones... ¿De veras? Tan de veras como que os los doy. No, no las vendo; quedáos con Dios. Y Esperanza volvió loca de alegría á su casa. Entretanto, el duque de Osuna decía á su mayordomo: Oye: ¿no tengo yo ninguna casa en Madrid desalquilada? ; , señor: en la calle de la Palma Alta tiene vuecencia una.

Palabra del Dia

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