United States or Egypt ? Vote for the TOP Country of the Week !


eres de los modernos, de los que creen que las cosas marchan bien porque vendemos mucho cognac como cualquier casa de esos países extranjeros, cuyas viñas sólo producen porquería, sin que Dios les conceda la menor cosa que se parezca al Jerez... Dime, que has corrido mundo, ¿dónde has visto nuestra uva de Palomino, ni la de Vidueño, ni el Mantuo de Pila, ni el Cañocaso, ni el Perruno, ni el Pedro Ximénez?... ¡Qué has de ver!

Sofía, echa a andar, si te molesta ver una operación quirúrgica. Mientras Sofía daba algunos pasos para poner su precioso sistema nervioso a cubierto de toda alteración, Teodoro Golfín sacó su estuche, del estuche unas pinzas, y en un santiamén extrajo la espina. ¡Bien por la mujer valiente! dijo, observando la serenidad de la Nela . Ahora vendemos el pie. Con su pañuelo vendó el pie herido.

Venid a comprar nuestras lanas y nuestros cueros; vendemos, a precios más bajos que la Europa, tejidos y artefactos; abridnos vuestros mercados monetarios; ayudadnos a hacer ferrocarriles y canales; estableced, en una palabra, el intercambio comercial e intelectual que hoy mantenemos con el Viejo Mundo, desbancadlo, ¡qué diablos! bajo las leyes que rigen la economía de las naciones, y entonces... ¡oh! entonces no tendríamos, ni ustedes ni nosotros, necesidad de desgañitarnos gritando: America for the americans, sino que la fórmula sería un hecho indestructible por la fuerza misma de las cosas.

Y Raguet le contestaba, meneando la cabeza y como si él hubiera contribuido en la compra: Me temo que hayamos hecho un mal negocio con el animalucho. ¿Por qué no lo vendemos? Catalina sabía que venderlo era dejar la suma casi íntegra en las manos de ese disipado de Raguet; además, ella no desesperaba de amaestrar a Cónsul, y hasta le tenía algún afecto... Por eso respondía: Tengamos paciencia.

Treinta años lo conozco, señor. Vendemos en diferentes barrios, pero nos vemos todas las madrugadas al hacer nuestras compras, y por la noche volvemos á encontrarnos en la misma taberna. ¡Un infeliz! Ahora sus asuntos andan mal; trabaja poco; sabe demasiado. Su protector le enseñó muchas cosas; él me las dice, y yo paso las horas muertas en la taberna escuchándole.

Los dos clientes se encogen de hombros y se marchan a ver los telegramas expuestos. En la primera alza las vendemos dice Jacinto. Y el alza vendrá en pocos días contesta Quilito convencido; ¡ya lo verás! Las ideas de pérdida y de insolvencia que, a pesar suyo, se entrechocan en su cerebro, les produce desagradable comezón. Si pierdo piensa Jacinto, pagará el viejo.