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Aurora, al verla, se quedó tan inmutada, que no supo ni qué decir ni qué cara poner. «¡Ah!... , Fortunata... ¡Cuánto tiempo...!». De improviso tomó un tonillo de sequedad. «Dispensa... Estoy ocupada. Si quisieras volver a otra hora...». Pero al instante cambió de registro. «¡Qué cara te vendes! ¿Has estado mala?».

Tenemos aquí un negociante.... ¿Y a quién los vendes? A las mujeres de por ahí, que van a la vila.... Sepamos, ¿a cómo te pagan? Dos cuartos por la ducia. Pues mira díjole Nucha cariñosamente , de aquí en adelante me los vas a vender a , que te pagaré otro tanto. Por lo bonito que eres no quiero reñirte ni enfadarme contigo. ¡Quiá! Vamos a ser muy amigotes y yo.

Además, la gente te quiere porque vendes a mitad de precio, con lo cual prestas un servicio a los pobres y mantienes caliente el estómago. ; pero ¡cuántos peligros! ¡Bah! Nunca se le ocurrirá a un carabinero pasar por la brecha. ¡Desde luego! pensó Hullin, al recordar que tendría necesidad de salvar nuevamente el precipicio. Es igual prosiguió Marcos ; no te falta del todo razón, Juan Claudio.

La semana que entra declaró Isidora vendo la sala. ¡Vendes la sala! . Pásese usted luego por casa de la prendera. Que venga a verla. Veremos lo que da». Después echó una mirada de cariñoso desconsuelo al armario de luna. «¿Y el armario también? También. ¿Y la cama dorada?». Isidora meditó un rato. Después dijo: «No; me quedo con la cama». En esto andaban cuando reapareció la Sanguijuelera.

Me importa á , que veo lo que suda el mi hijo pa ganar un peazo de pan que vendes por una botella de aguardiente, en lugar de partirle con tus hijos.

Es su ahijado, su ahijado se apresuró a declarar Julián, que desearía ponerle al chico un tapón en aquella boca risueña, de carnosos labios cupidinescos. No pudiendo hacerlo intentó sacar la conversación de terreno tan peligroso. ¿Para qué querías los huevos? Dilo y te doy otros dos cuartos, anda. Los vendo declaró Perucho concisamente. Con que los vendes, ¿eh?

Aresti escuchaba al capataz, y aprovechando sus pausas seguía recriminándolo. Tocino, eres un ladrón que vendes á los obreros los artículos averiados que no quieren en Bilbao, y los haces pagar más caros que en la villa. Esas son mentiras que sueltan los socialistas en sus metinges gritó el capataz enrojeciendo de indignación con el recuerdo de lo que decían los obreros en sus reuniones.