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Actualizado: 1 de junio de 2025
Su grande amiga, la mujer resuelta de todas las épocas; vencida en dos revoluciones, pronta a hacer una nueva a una sola indicación suya, había muerto; el partido entero la lloraba, era una pérdida irreparable, tan irreparable, que el más grande de los diarios de la América del Sur, le dedicó un sentido artículo necrológico, largo como un sermón de agonía, con muchas frases escogidas, que comenzaba recordando con mucho detalle a las antiguas madres griegas y romanas, las hacía atravesar la trayectoria de la historia en las múltiples combinaciones de los pueblos, y terminaba con un elogio de las virtudes de la difunta y una laudatoria especial a la mansedumbre de su carácter.
Acepté con gusto la oferta; asistí algunos jueves a la sesión, y vencida la timidez natural del provinciano, llegué a intervenir en algún debate, si no con éxito lisonjero, por lo menos con la tolerancia benévola de mis consocios.
La vuelta dá Garay, con gran recelo Que venga el enemigo con pujanza: Lamentan los cautivos aquel duelo, Y suerte miserable y mala andanza, Al gran Tapui Guazù llega de un vuelo A dó sale de viejas una danza, La victoria con cantos celebrando, Y la gente vencida lamentando.
Segura de no ser vencida por la fuerza, enamorada a su modo del señorito, sobre todo por su audacia, acostumbrada a tales devaneos mudos, gimnásticos, callaba, forcejeaba, mordía con deleite, magullaba con voluptuosidad bárbara, y encontraba placer de salvaje en el martirio de mis sentidos, que tocaban su presa, y se sentían dominados por ella.
Pero hombre de conciencia, supo al fin abdicar su autoridad antes de producir mayores males, diciendo: «Es preciso que le vea a usted un oculista. Que le vea a usted Golfín». D. Francisco creyó que se le caía el cielo encima. Sin duda su mal era grave. Vencida por el temor la avaricia, no pensó en poner reparo al dictamen de su médico y de toda la familia.
Fuiste vencida, cara patria mia, Tus legiones sufrieron un revés, Pero nadie dirá que no caiste Como los héroes de ochocientos diez. No lo dirán... ¡cobardes!.. las espaldas Muestre lanceadas argentino infiel; Nobles heridas muestren en el pecho Los descendientes de ochocientos diez.
No cambie de conversación; ¡si no hablábamos de eso! ¿no es verdad, señor? repuso ella dirigiéndose a Lorenzo. Aunque no fuera así, no la desmentiría, señorita. ¿Tampoco usted es capaz de ser franco? Ya ve si lo sooy; le confieso lo que haría, con toda franqueza. Me doy por vencida: cerremos el capítulo. Voy a juntarles unas flores. Acaso es tarde ya, señorita dijo Ricardo.
No se dio por vencida la orgullosa viuda del alabardero, y volvió a la carga dos o tres veces en esta forma: «Si el pobre Maxi estuviera bueno, él te arreglara como cumple a todo hombre que se estima; pero no lo está, y tengo que tomar yo a mi cargo el decoro de la familia.
Pugnaba el arte nuevo por imitar el antiguo, pero la misma no vencida dificultad de la imitación daba ser a un arte distinto. Algo semejante ocurría en ciencias y en letras humanas.
Todo indica allí la imposibilidad anterior de la fusion, y la existencia de una sociedad engendrada entre sangre y odios por el árabe conquistador en el seno de la goda vencida, y luego trastornada por la reaccion de los conquistados sobre los conquistadores.
Palabra del Dia
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