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Actualizado: 3 de junio de 2025
Centenares de bergantines y goletas, de botes carboneros y de barcas pescadoras se cruzaban en todos sentidos, ya mostrando el rico velámen, y el pabellon frances, inglés ú holandes, ya la roja y única vela del barco pescador ó puramente costanero, rápido como una gaviota que roza apénas la superficie de las ondas.
Al aproximarse á la línea ecuatorial, la brisa iba cayendo y la atmósfera se hacía sofocante. Era la zona de las calmas, el Océano de aceite obscuro, en el que permanecen los buques semanas enteras con el velamen rígido, sin que lo haga estremecer un suspiro atmosférico.
Esto parecía disgustar mucho a la tripulación prisionera, especialmente a la marinería, y hasta me pareció advertir murmullos alarmantes, que no habrían sido muy tranquilizadores para los ingleses si éstos los hubieran oído. Por lo demás, no quiero referir incidentes de la navegación de aquella noche, si puede llamarse navegación el vagar a la ventura, a merced de las olas, sin velamen ni timón.
La metralla inglesa rasgaba el velamen como si grandes e invisibles uñas le hicieran trizas. Los pedazos de obra muerta, los trozos de madera, los gruesos obenques segados cual haces de espigas, los motones que caían, los trozos de velamen, los hierros, cabos y demás despojos arrancados de su sitio por el cañón enemigo, llenaban la cubierta, donde apenas había espacio para moverse.
Este mar, que comparado con los otros es un simple lago sembrado de archipiélagos, se le ofreció como una escuela. A cualquier viento que abandonase su velamen, estaba seguro de llegar á una orilla hospitalaria. Las brisas dulces é irregulares giraban con el sol en algunas épocas del año. El huracán atravesaba su cuenca, pero sin fijarse nunca. No existían mareas.
Una tarde, á la altura de Portugal, cuando estaban lejos de la ruta seguida por la navegación regular, una columna de humo y de llamas se elevó sobre la cubierta, rompiendo las escotillas y devorando el velamen. Mientras el piloto, al frente de unos negros, pretendía dominar el fuego, el capitán y los tripulantes alemanes escaparon del buque en dos balleneras preparadas.
Finalmente, sólo lo vieron los emigrantes amontonados en la popa, destacándose la bandera del Goethe sobre la pirámide blanca de su velamen.
Después de levantados los manteles, Ulises manejaba las fragatas de su abuelo, aprendiendo la nomenclatura de las diversas partes del aparejo y la maniobra del velamen. Algunas veces permanecían los dos hasta una hora avanzada en el rústico atrio, contemplando el mar luminoso bajo los esplendores de la luna ó con un tenue regleteo de luz sideral en las noches lóbregas.
Estaba en frecuente correspondencia con su hijo el notario. De tarde en tarde llegaba una carta del menor, del predilecto, desde remotos países que sólo conocía de oídas el viejo navegante mediterráneo. Y las largas inercias á la sombra de su emparrado, frente al mar azul y luminoso, las entretenía construyendo sus pequeños buques. Todos ellos eran fragatas de gran porte y atrevido velamen.
Tío Nardo de pie á su lado, pero algo más tranquilo, respeta la situación de su mujer y no se atreve á separarla de allí. Transcurre media hora. La fragata despliega al viento su blanco velamen; hunde la proa en las aguas, como si dirigiera un galante saludo de despedida al puerto, y, deslizando rápidamente su quilla, desaparece en breve detrás de San Martín.
Palabra del Dia
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