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Actualizado: 3 de junio de 2025
Sólo los marineros se pintan un ancla en los brazos o se estampan en el pecho el velamen y la arboladura del bergantín, la imagen náutica, en fin, del barco en que viven. Y esto es pasable, ya que tal pintura es el símbolo de su oficio, el emblema de su lucha épica con los elementos trágicos de la Naturaleza. Pero ¿es posible pintar la belleza en un rostro en que no exista?
Ocho semanas pasaron bregando con el mar y con la atmósfera. El viento se llevó un velamen completo. El buque, de madera, algo descoyuntado por esta lucha interminable, comenzó á hacer agua, y la tripulación tuvo que mover día y noche las bombas. Nadie llegaba á dormir varias horas seguidas. Todos estaban enfermos. La voz ruda y los juramentos del capitán apenas podían sostener la disciplina.
Á esto se reducía el Arte de Navegar cuando Colón salió de Palos con ánimo asombroso de llegar á la India Oriental por Occidente. Se ha investigado ya la forma de las naves que desde el puerto de Palos abrieron en el Océano el primer surco hasta las Antillas el año afortunado de 1492; la capacidad del vaso; la proporción de sus miembros; la arboladura y velamen que servían á la moción.
Van-Horn, Cornelio y Hans obedecieron rápidamente y maniobrando con vigor en la palanca sacaron del fondo la pequeña ancla. Van-Stael subió al castillo y empuñó la caña del timón, mientras sus compañeros disponían el velamen para tomar viento en popa y Lu-Hang lanzaba un último disparo contra los australianos, que daban espantosas voces.
A través de los fustes rectos de la arboleda se veían cinco goletas, inmóviles en el horizonte, con el velamen caído. Una cinta de humo acompañaba las evoluciones de un torpedero sutil rondando como perro protector en torno de este rebaño blanco y tímido. Al asomarse á los balconajes de piedra se veía el mar á una profundidad enorme.
Pero la tartana, como una coqueta, inconstante y caprichosa, reanudaba su rumbo primitivo, y a la velocidad de todo su velamen, iba a sumergirse en las oleadas de luz que abrazaban la atmósfera, desesperando así a los honrados guardacostas que se apuntaban un nuevo fracaso.
El mástil del navío helénico era una encina colocada por Minerva, y este mástil encantado, alma del buque, hablaba, dando oráculos salvadores en los momentos de peligro. ¿Por qué no podía hablar también aquella chimenea gigantesca, que entre los palos completamente inútiles de la navegación moderna era la representación del movimiento y la vida, la gran propulsora, como lo había sido el mástil antiguo sostenedor del velamen?...
Ya en lid con los elementos en el ancho mar a solas, no traen hasta mi los vientos los rumorosos lamentos de aquellas vencidas olas; y apenas la vista alcanza su velámen arrogante, que se ofrece a semejanza de blanco espectro gigante, alzándose en lontananza. ¡La nave...! ¿Quién sabe cierto si los que surcando van de los mares el desierto llegarán salvos al pueblo? ¿Quién sabe si volverán?
Palabra del Dia
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