United States or Saint Martin ? Vote for the TOP Country of the Week !


Finalmente la presencia y autoridad de Roger, y de los otros Capitanes pudo tanto, que obedecieron todos, y con mucho peligro les retiraron, porque habian sacado sus banderas con ánimo de acometer á Pera, y saquearla, juntando á su venganza su codicia.

Un sujeto que estaba más cerca que los demás, les mandó callar ásperamente. Los chiquillos obedecieron. Mas de pronto dijo Manolo con voz apenas perceptible: Escuchad, muchachos. ¿Queréis que yo deshaga esto en un instante? ¡, Manolo; , Manolo! repusieron precipitadamente los otros, que, por lo visto, tenían gran confianza en las facultades destructoras de su compañero.

Pero alguien que estaba de espaldas parecía dominarlos con sus órdenes murmurantes, y le obedecieron al fin, bajando sus ojos para seguir en una actitud cohibida. Ulises se cansó pronto de este silencio. Empezaba á encontrar algo ridícula su actitud de domador. No sabía á quién dirigirse en un local donde todos rehuían sus miradas y su contacto.

Os ruego ordenéis á los soldados que se tiendan sobre cubierta y permanezcan inmóviles, dijo el capitán. Dentro de pocos minutos estaremos salvados ó habrá llegado nuestra última hora. Arqueros y hombres de armas obedecieron prontamente. Golvín se aferró al timón y miró fijamente á proa, por debajo de la hinchada vela mayor. Los dos jefes, inmóviles á popa, contemplaban también la temida barra.

No fué poca la pena que sintieron Las damas, de se ver así privadas Del rebozo, por donde se estuvieron En sus casas algunas encerradas. Al fin de aquesta suerte obedecieron Las unas, mas las otras destapadas Salieron á las fiestas muy costosas, Pulidas, y galanas y hermosas.

Después de haber dominado á esta nación, el conquistador llevó sus armas á otra, y luego á otra, no quedando continente ni isla que dejase de reconocer su autoridad imperial. Pero la misma grandeza de su éxito pesó sobre él, acabando por aplastarle. Sus generales obedecieron á esa ley de los hombres según la cual todo discípulo, cuando se ve en lo alto, debe atacar á su maestro.

Deseaban ciertos mozos recibir el Pan de los Ángeles; mas el Padre les dió á entender que no se lo concedería jamás si primero no corregían y enmendaban cierta libertad que tenía algún resabio de gentilismo; ellos, sin otra diligencia, obedecieron luego; y aunque les costaba no poco, se enmendaron totalmente de la dicha costumbre.

Los diez y ocho hombres que componían entonces la tripulación, obedecieron en silencio y dirigieron una última mirada a sus compañeros, a sus hermanos, que lanzaban gritos espantosos viendo al brick alejarse. Después, como la brisa soplaba mucho, El Gavilán se encontró bien pronto lejos del lugar del combate.

Es cosa muy ordinaria en la Divina Providencia que los casos fortuitos sean disposiciones suyas cuando no quiere echar mano de los prodigios para los altos fines que pretende; y tal fué ahora la súbita resolución de los Puraxís. Obedecieron con toda prontitud por estar acostumbrados á ejecutar muchas veces semejantes órdenes.

Tres guardias obedecieron pero el hombre siguió de pié; hablaba á gritos pero no se le entendía. El Carolino se detuvo, creyendo reconocer á alguien en aquella silueta que bañaba la luz del sol. Pero el cabo le amenazaba con ensartarle si no disparaba. El Carolino apuntó y se oyó una detonacion. El hombre de la roca giró sobre mismo y desapareció lanzando un grito que dejó aturdido al Carolino.