Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de octubre de 2025
Y son de los mejores, Capitán dijo Van-Horn . Mire usted los bankolungan, más al fondo los kikisan, los talifan, y más allá se perciben los murrang. Que los chinos pagan muy caros, viejo mío dijo el Capitán . Hay aquí una verdadera fortuna que pescar. ¿Nos dirás, al fin, lo que son esas olutarias? preguntó Hans. Sí, muchacho respondió el Capitán . Anda, Van-Horn, haz que bajen los pescadores.
El agua de la bahía, tranquila y transparente como un cristal, les permitía distinguir perfectamente a aquellos hombres, que procedían con gran rapidez cogiendo moluscos, que iban echando en la red. Bien pronto uno de ellos, pasado medio minuto, salió a la superficie con la red llena hasta rebosar, la cual entregó al viejo Van-Horn, que la vació en el fondo de la chalupa.
Pero estos cocodrilos no se deciden a irse repuso Van-Horn . ¡Aquí viene otro! ¡Duro con él, muchachos! gritó el Capitán. Dos disparos sonaron casi a un tiempo. El cocodrilo dió un salto que lo hizo caer al borde del banco, de donde rodó al río desapareciendo bajo el agua.
El Capitán y Van-Horn habían ya llegado a las primeras rocas y las escalaban, empujando la caldera delante de ellos. ¡Pronto, muchachos! gritó Van-Stael, al ver a sus sobrinos seguidos por los caníbales. No temáis, tío le contestó Cornelio ; tenemos buenas piernas.
Está tan obscuro, que no se ve a un hombre a quince pasos de distancia. Batámonos en retirada, Capitán aconsejó Van-Horn . Si se enteran de que no somos más que cuatro, se nos echarán encima. No hay tiempo que perder, porque dentro de media hora empezará a clarear. Y ¿qué hacemos con la paila? La llevaremos entre nosotros dos.
Van-Horn, Cornelio y Hans obedecieron rápidamente y maniobrando con vigor en la palanca sacaron del fondo la pequeña ancla. Van-Stael subió al castillo y empuñó la caña del timón, mientras sus compañeros disponían el velamen para tomar viento en popa y Lu-Hang lanzaba un último disparo contra los australianos, que daban espantosas voces.
En efecto, el salvaje había ya devorado el zapatos que el Capitán le había arrojado; pero no parecía satisfecho. Al ver el montón de moluscos, y animado por el primer regalo, se arrojó encima, arramblando con todas las olutarias que pudo; pero Van-Horn, que no lo perdía de vista, lo agarró por una pierna y tiró de él, diciéndole: ¡Quieto, monazo! ¡Suelta eso o te estrangulo!
Los warangales dijo Van-Horn, levantándose . ¿Cómo se atreven a llegar tanto aquí esos perros salvajes? ¿Qué os parece, señor Cornelio? Algún perro hambriento respondió el joven. ¡Hum! No me parece eso. Pues ¿qué creéis que sea? Tal vez una señal. Pues a mí me han parecido esos aullidos naturales. ¿Veis algo? No. En aquel instante se oyó de nuevo el aullido, pero más cercano.
Todos se pusieron al momento en pie, y hubo unos cuantos que se apresuraron a acercarse a las chalupas, que estaban atadas en la playa. El Capitán y Cornelio, que dormían en una tienda, mientras Hans y Van-Horn se habían quedado en el junco, fueron bien pronto advertidos del hecho. ¿Se tratará de una señal? preguntó el joven.
A poco, los arfakis encendieron el haz de hojas secas que le habían atado a la espalda, y con las lanzas y a mazazos lo arrojaron en la hoguera. ¡Ah, canallas! gritó Cornelio . ¡Fuego, Van-Horn! Dos disparos resonaron a un tiempo.
Palabra del Dia
Otros Mirando