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Actualizado: 25 de julio de 2025


Elena lo sabía bien y por eso hizo señas de que no le molestasen más con sus instancias. Fue Visita quien se sentó delante del piano. Ella no sabía nada de Chopin ni de Haendel, pero conocía todos los valses y polcas que corrían por Madrid. A ver, niños, a bailar. Voy a tocaros el vals de los Pajeles. Marqués, usted una vuelta con Clara porque ya que Tristán no baila.

Pero no, Diana se equivocaba; Huberto, desde la noche que les fue presentado en el Casino, pareció conquistado; María Teresa recordaba que la había mirado con insistencia e invitado para todos los valses.

Atrás se quedaron los Viveros con sus regocijadas bodas; los valses sonaban lejanos, como vagos estremecimientos del aire, y Ernestina seguía infatigable, hablando cada vez más cerca del oído de su esposo. Ella viviría tranquila, sin molestarle, si no existieran los celos. Porque ella se sentía celosa.

Pero usted valsa como nadie... Yo no podría valsar con otro después de haber valsado con usted. Y bien, señorita, la cuenta es muy sencilla, bailemos todos los valses... ¡Oh! ¿Y los compromisos?... me dijo con cierta petulancia altiva. Es muy sencillo: los viola usted le repliqué con igual tono. ¡Me cuadra! Está hecho el trato.

Volvieron a hablarse, pero completamente solos, en creciente intimidad, sin prestar atención a la orquesta, que ejecutaba su concierto nocturno de valses sin fijarse en las miradas curiosas de algunos paseantes que parecían tomar nota del repentino acercamiento de dos personas que hasta entonces nadie había visto juntas. Una tos seca y persistente hizo volver la vista a Fernando. Era Mrs.

¡Crijstiano!... ¡crijstiano! repetía con asombro el inglés. ¿Qué ser crijstiano? Hombre de Cristo. ¿No sabe la dotrina? ¡Pus depréndala! Cuando estaban de ver aquellas preciosas damas, era de cinco a seis de la tarde, hora en que ya llevaban bailados cuatro o cinco valses y otras tantas polkas. La sangre bien batida, teñía de vivo carmín sus mejillas frescas.

Con lo cual dicho se está que D.ª Fredes era para Martínez el más profundo de los críticos actuales. Era igualmente tertulio un profesor de flauta que había compuesto y publicado varias tandas de valses, una de las cuales había tenido el honor de dedicar a aquella señora. No quedaba sin representación, pues, más que la escultura. Por eso Mario fue acogido con extraordinaria benevolencia.

La mayoría de los hombres, no obstante, había limitado el disfraz a la talma veneciana. La orquesta había tocado ya dos o tres valses y rigodones; pero nadie bailaba. Se esperaba la llegada de las personas reales para dar comienzo. Raimundo se deslizaba por todos los salones con cierta seguridad de favorito.

En una casa tocaba la orquesta valses y se veían algunas parejas bailar á la luz de los quinqués y lámparas... ¡qué mezquino espectáculo le pareció comparado con el que se ofrecía en las calles! Y pensando en Hong Kong se preguntó si las noches de luna en aquella isla serían tan poéticas, tan dulcemente melancólicas como las de Filipinas y una profunda tristeza se apoderó de su corazon.

En los fúlgidos salones los disfraces van bailando y ondulando, al compás de locos valses y corteses rigodones. Está lleno el gran palacio.

Palabra del Dia

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