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Actualizado: 19 de junio de 2025


Convencido de que tan pronto como echen la zarpa a ese caudal, la insensatez de tu padre y la loca vanidad de tu madre han de despilfarrarlo en cuatro días, he procurado dejar a salvo, en beneficio tuyo, cuanto la absurda ley vigente me permite... Pero si he de decirte lo que siento, no fío de tu cordura mucho más que de la de tus padres.

Sobrentendido 'juro': juro de guardarte... "Y por el ser que me ha dado El tuyo, que el Cielo guarde, De no bolvérmela al lado Hasta estar asegurado. De no hazértela covarde." D. Guillén de Castro, Las mocedades, I, vv. 60-64 y nota correspondiente de Said Armesto, CLÁSICOS CASTELLANOS. Respecto a la forma juro de, véase Said Armesto, 1. c., pág. 19, y Rodríguez Marín, Quijote, t.

Es más de media noche. Ha empezado el día de mi cumpleaños. Hoy vendrás a verme y yo debo recibirte. El empeño contra ti de tu rival prosigue con ímpetu. Mi egoísta amor de la vida, el terror que infunden lo desconocido, lo inmenso y lo obscuro que hay más allá, y todas mis aficiones a los materiales regalos y dulzuras, luchan en favor tuyo y me encadenan y tratan de retenerme cautiva para ti.

Baizel y Catalina habían ido juntas a la escuela y se tuteaban. Ni yo tampoco contestó la labradora ; ¡pero qué más da, Baizel! En la desgracia sirve de consuelo volver a ver a una antigua compañera de la infancia. Baizel parecía conmovida, y dijo: Cuanto hay aquí, Catalina, tuyo es... Y mostraba a la anciana su pobre taburete, su escoba de retamas verdes y los cinco o seis leños del hogar.

He querido hacer el tuyo y no lo has consentido. ¿Quién te ha vestido? Yo. ¿Y quién te ha peinado? Yo. ¿No ves que voy peinada como siempre? Es cierto asintió Magdalena con amarga expresión. Tu hermosura no necesita de adornos que la realcen.

Aquella paz del alma de que me hablabas tantas veces la necesito yo también. Eso y un poco de pan... y un poco de patria, aunque sea prestada. Le he tomado cariño a ese rincón tuyo, como se lo tuve en otro tiempo a aquel otro rincón verde de Lombardía de que te hablaba yo, cuando me adorabas como a la madonna. Ya que el amor no es eterno.

7 Y yo en la multitud de tu misericordia entraré en tu Casa; adoraré hacía el santo Templo tuyo con tu temor. 8 Guíame, SE

Mi carga es más ligera que la tuya, porque yo también llevaré siempre tu anillo, y tu corazón estará eternamente junto al mío; pero jamás habrá en mis labios otro beso que el tuyo. ¡Dios te fuerza y consuelo, alma mía! Llegó a nuestros oídos un canto solemne. Eran las preces que elevaban los sacerdotes en la capilla por las almas de los muertos.

No contento con esto, quería divertirse a costa de él, y recordando un pasaje de la vida de Estupiñá que le habían contado, decíale: «A ver, Plácido, cuéntanos aquel lance tuyo cuando te arrodillaste delante del sereno, creyendo que era el Viático...». Al oír esto, el bondadoso y parlanchín anciano se desconcertaba.

¡Y esas condiciones! ¡Esas condiciones! ser suya cuando sea tuyo. ¿Y cómo? ¡Cómo! abandonando á su mujer... siendo tu amante delante de todo el mundo... llevándote á todas partes... ¡Oh!

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