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Actualizado: 19 de junio de 2025


Otro, menos profundo y amigo de explicar las cosas por lo natural y fácil, contradijo a sus compañeros, y probó lindamente, en un discurso de dos horas y media, que la tragedia la había motivado sin duda alguna la presencia de algún tremendo salteador que, burlando la vigilancia de los guardias y venciendo los obstáculos que cercaban la real estancia y sus jardines, había venido a despojar a la sultana del inestimable collar que llevaba en la garganta.

Mas, ay mis hijos, que son mis preguntas escusadas, que con sangre viene escrito que es Rodrigo y Doña LambraAun existen en Córdoba la calle y casa donde pasó este tremendo drama; llámanlas de las Cabezas, y dicen tomaron este nombre por dos arquillos que allí se ven todavía, en los cuales pusieron las cabezas de los desgraciados Infantes, mal trofeo de tan infame victoria .

Recuérdase con placer que en ese mismo lago se libró el ilustre Tell de los sicarios de Gesler que preso le conducian á Lucerna, despues del tremendo castigo á que le condenó el tirano, obligándole á tirar sobre la cabeza de su hijo.

Clara, llena de horror y de ansiosa curiosidad á la vez, oía á su madre y pugnaba por comprender todo él arcano tremendo. Al sonar las últimas palabras, que iban dirigidas á ella, se cubrió Clara el rostro con ambas manos. Bien puedes estar satisfecha continuó Doña Blanca. Te tenía olvidada; pero al cabo se acordó de é hizo un gran sacrificio.

Había sido diputado dos veces y había hecho una interpelación al gobierno sobre un atropello de un alcalde-corregidor. Tendría el conde de Genazahar treinta y tantos años; era buen mozo y lo sabía, y se jactaba además de tremendo en paz y en lides, en desafíos y en amores.

Por más que lo procuré, no me fué posible evitar las consecuencias de mi perversidad. Aquello fué tremendo, la viejecita echaba fuego y la reprobación de mi conducta era unánime. En lo sucesivo tuve muchas veces ocasión de arrepentirme de haber provocado las iras de Tía Juana.

Empecemos por la malaventurada inscripción que tantos afanes había costado al alcalde ilustrado, de oficio herrero, el cual solía decir que el hierro no era más duro que las cabezas de sus subordinados; inscripción que había causado además un tremendo batacazo al maestro de escuela y tres días de flatos a Rosa Mística; pero que, en compensación, había hecho pasmar de admiración a don Modesto Guerrero.

Estos colmados andaluces resumen el carácter de la región: son pequeños, pintorescos y complicados. Salí del colmado, fuí a un café de la calle Ancha, tomé unas copas de licor y me marché de allí dispuesto a todo. Era ya de noche; mis botas metían un ruido tremendo por las calles desiertas.

Ni una vez sola se le ocurrió encomendarse a ningún santo, ni ofreció nada a la Virgen ni a Jesús por si sanaba; la primera energía que tuvo al convalecer, la empleó en sonreír, con terrible sonrisa de resucitada, a un propósito firme y endiablado: su tremendo egoísmo de convaleciente, mundano, prosaico y rastrero, se agarró a la resolución inconmovible de vengarse de los miserables parientes que la iban a dejar morirse sola.

Parecía que don Serapio y él habían trabado un pugilato tremendo, un duelo a muerte, cuyas estrepitosas consecuencias recaían sobre las orejas de los fieles. Pero el órgano se reía con todo descaro del fabricante.

Palabra del Dia

rigoleto

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