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Actualizado: 19 de junio de 2025


Y de pronto volvía a caer en sus vacilaciones. ¡Debía vivir! ¡Debía morir! ¡Cómo resolver el tremendo dilema de vivir en el error o de morir por evitarlo! ¡Tienen los hombres el derecho de disponer de su existencia!

Un momento, camarada, que yo soy perro viejo y cómo se hacen estas cosas. Lo primero es poner mi casco en la punta del arco. abres la puerta lentamente y yo presento el cebo á esos canallas, si por ventura están ahí esperando degollarnos. Así lo hicieron, y no bien se abrió la puerta y asomó por ella el almete, recibió éste un tremendo tajo y estallaron los gritos de los asesinos.

Las otras dos se hicieron astillas en la playa, donde las habían varado para recorrerlas un poco, con un marejón tremendo de Levante, cosa rara aquí, que se les fue encima una noche, de repente. Los dueños se quedaron sin ellas, y los pescadores que las tripulaban a la parte, tan satisfechos.

Poco hubiera durado la resistencia sin la estrechez de la puerta y de la escalera, que impedían los movimientos del enemigo, en tanto que cuatro espadas incansables hacían tremendo estrago en aquella apretada masa de hombres mal armados.

Al principio, ella le guardaba aún cierto respeto y procuraba desasirse sin hacerle daño. Poco a poco, vista la tenacidad brutal de su tío, se fue encolerizando, subiósele la sangre toda a la cara, y al verse nuevamente a punto de ser cogida, alzó la mano, y con ella cerrada le dio en plena faz un tremendo golpe, que le hizo caer hacia atrás, sangrando por la nariz.

Contemplábala Augusto sin saber por dónde empezar su empresa caritativa, cuando D. José se le acercó y con voz cautelosa le dijo: «Amigo Miquis, hoy no hemos comido. Día tremendo es hoy...; ya puede usted suponer por qué está tan afligida». Augusto dio dinero a Relimpio para que trajese con qué arreglar una buena comida, y quiso tranquilizar a Isidora y obligarla a que se acostase.

¡Viva el papa soberano de todos los reyes de la tierra! exclamó después de largo silencio, en que ambos parecían dormitar, Fray Diego. Al mismo tiempo dio un tremendo puñetazo sobre la mesa que hizo bailar los tarros y las copas. El barón no se conmovió poco ni mucho.

Reponiéndose, no obstante, de la consternación que el tremendo discurso de doña Inés le había causado, y por lo mismo que ella con su feroz acometida le acorralaba y, como suele decirse, le ponía entre la espada y la pared, don Paco habló, al fin, con energía, y dijo de esta suerte: La gente podrá decir lo que le la gana. Yo me río de la gente, porque lo que dice es injusto.

El Nacional, conmovido aún por la cogida del maestro y su tremendo batacazo, quería saber si sentía dolores y si era asunto de llamar al doctor Ruiz. Na: una caricia na más... A no hay toro que me mate.

«Yo soy bueno, aunque así, al pronto, meto miedo, por estas ideas que tengo y porque... Como he sido tan perseguido y... aunque me esté mal el decirlo..., he hecho heroicidades y cosas grandes, tengo este modo de hablar tan tremendo. Eso , no bajo mi cabeza al despotismo.

Palabra del Dia

rigoleto

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