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Actualizado: 12 de junio de 2025


Tantas fatigas, maltratamientos y trabajos causaron en estos Misioneros graves enfermedades y por gran fortuna pudieron ellos convalecer; mas no así el hermano Enrique Adamo, que consumido y deshecho de los excesivos trabajos y no teniendo fuerzas para recobrarse, pasó el día 27 de Julio de 1705 á la bienaventuranza, para recibir el galardón de sus fatigas.

Juan Bou, para lo cual dicho se está que ha de emplear dos varas de cañamazo. Eso no importa. Yo regalo el cañamazo y las lanas. La enferma irá a convalecer a la sombra del árbol de la Ipecacuana, ese árbol milagroso, señoras, que está plantado en la litografía de la calle de Juanelo, y que ansía estrechar entre sus ramas a la descendiente de cien reyes.

A Pisa fué, con el objeto de convalecer de una enfermedad, cierto estudiante del partido de Rodhese, departamento de Lyon; el tal estudiante vió á Luisa, se enamoró de ella, hubo de decírselo, y á ella hubo de parecerla bien: si no bien, no debió parecerla mal, por lo que luego verán mis lectores.

Tal fué el primer caldo que tomó Peñascales al convalecer del sofocón que le tumbó en el Congreso al caer el Gobierno que le protegía. El segundo caldo fue todavía más amargo.

Lo que a me desagrada, o más bien me asusta, no son las mismas recetas, ya pronunciadas, ya escritas, en la tribuna, en el teatro, en los periódicos o en gruesos volúmenes, sino que la gente se apasione de lo que las recetas prescriben, mire en ello la más excelente panacea y se empeñe en aplicársela a la patria enferma, turbando el reposo de que necesita más que de nada para convalecer y recobrar la salud y el vigor antiguos.

Receta tras receta, el enfermo consumió mi capa, después mi levita... mis calzones se convirtieron en píldoras.... Pero mis amos no me abandonaban... volví a tener ropa y mi hermano salió a la calle. El médico me dijo: «que vaya a convalecer al campo...» Yo medité... ¿Campo dijiste? Que vaya a la escuela de Minas. Mi hermano era gran matemático.

Por el contrario, la humanidad ha ganado inmensamente desde que empezó a convalecer del miedo al infierno que la hizo tan miserable, tan cruel, tan dura y tan implacable en el pasado.

Ni una vez sola se le ocurrió encomendarse a ningún santo, ni ofreció nada a la Virgen ni a Jesús por si sanaba; la primera energía que tuvo al convalecer, la empleó en sonreír, con terrible sonrisa de resucitada, a un propósito firme y endiablado: su tremendo egoísmo de convaleciente, mundano, prosaico y rastrero, se agarró a la resolución inconmovible de vengarse de los miserables parientes que la iban a dejar morirse sola.

Se interesó en los menores detalles domésticos, reconoció la necesidad de hacer algunas compras, pidió 2.000 francos a su amigo Sanglié, guardó el dinero, y el 20 de septiembre por la mañana partió para Corfú sin haberse despedido de nadie. El día 8 de septiembre, Germana, que había sido condenada sin apelación por la ciencia, equivocó a los médicos y a sus amigos, y empezó a convalecer.

Palabra del Dia

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