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Y si despechada, al ver que contrarian el más profundo instinto de su existencia, huye de la casa que la vió nacer, y se pone en brazos de un hombre pérfido, como Luisa se puso en brazos del estudiante de Rodhese ¿la volverá su madre la honra y la dicha que ha perdido? ¡Madre insensata! ¿qué es lo que crees? ¿Crees que eres madre de tu hija, para sacrificarla á los caprichos de su madre y de su abuela? ¿Crees que tu hija ha de vivir con la vida especial de su abuela ó de su madre? ¿Crees que eres madre de tu hija, para encerrar en el canutero de tus agujas el sentimiento más grande y poderoso de la existencia, el encanto de todos los vivientes, el secreto de todas las familias, la lumbre que calienta todos los hogares, el ángel del mundo que arrulla el sueño, de todas las almas? ¿Crees que eres madre para poner ó para arrancar ese sentimiento del alma de tu hija, como quitas ó pones un garbanzo en tu olla, como clavas ó dejas de clavar tu aguja de coser en una costura? ¿Crees que el cielo te ha dado la dicha inmensa y el inmenso deber de ser madre, para disponer á tu antojo de la ventura de ese sér que criaste en tu seno, de quien has de dar cuenta á la familia, al mundo y á Dios? ¡No, madre indiscreta!

Nuestros lectores habrán supuesto seguramente que los viajeros de que hablo son Luisa y el estudiante de Rodhese. Con el dinero que ella sacó de la casa paterna, vivieron un mes, al cabo del cual el estudiante la manifestó que iba á su casa, con el fin de reconciliarse con su familia, y volver á Paris, ya para unirse á ella, ya para proseguir sus estudios.

Algunos padres continuarán creyendo que estas verdades son cuentos de bruja, coplas de Calaino; pero los resultados tienen una elocuencia que no miente. La familia del estudiante le mandó que volviera á Rodhese; pero el estudiante no volvia. Los padres de la novia la prohibieron que se asomara á los balcones con el fin de ver á su amante; pero la novia se asomaba. ¡Poesías! ¡Pura poesía!

aquí lo que deben esperar las jóvenes que no saben luchar consigo mismas, que no saben ser lo que Dios ha querido que sean, y los padres que ponen en olvido que la paternidad no es una tiranía, sino una mision, un sacramento, un sacerdocio. ¡Desgraciada Luisa, adios! ¡El cielo tenga más misericordia de , que lástima te tuvo ese hombre infame de Rodhese!

Así que nos vió, entró en el portal de nuestra fonda, y subimos juntos. ¿Qué hay, mi buena señora Fonteral? la pregunté. Tome usted dos notas. En esta va el nombre del padre del estudiante, y el pueblo de Rodhese, en donde vive. En esta otra hallará usted el nombre y apellido de una hermana de Luisa; casada en la misma ciudad en que está su familia, y á quien sus padres aman en extremo.

A Pisa fué, con el objeto de convalecer de una enfermedad, cierto estudiante del partido de Rodhese, departamento de Lyon; el tal estudiante vió á Luisa, se enamoró de ella, hubo de decírselo, y á ella hubo de parecerla bien: si no bien, no debió parecerla mal, por lo que luego verán mis lectores.

Ella lo creyó como era natural, y le dió hasta el último maravedí para el viaje. El amante partió; llegó á Rodhese, se avino con sus padres, y se determinó que fuera á seguir su carrera á Estrasburgo, en donde se halla actualmente. Luisa no ha visto de él una sola letra, y tuvo estas noticias por medio del amo del hotel, que escribió al país para averiguar lo ocurrido.