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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Habían hablado del viaje durante un mes tranquilamente porque todavía estaba lejos. Confiaba... sin saber en qué: no quería pensar.

Bueno, bueno, querida dijo el padre riendo tranquilamente ; yo no he dicho que no dirigierais para bien de todos. Entonces, Priscila, dirigid de modo que os quedéis a tomar el dijo Nancy posando afectuosamente la mano sobre el brazo de su hermana . Ahora venid, vamos a dar una vuelta por el jardín, mientras papá echa su siesta.

Observo, señora condesa, que pasa con esa como con las otras hizo observar tranquilamente el notario tomando un polvo de rapé; siempre las echa usted de menos cuando se han marchado, y tiene usted razón. Permítame usted no ser absolutamente de su opinión dijo tímidamente el cura; esa joven, seguramente apreciable, tenía un defecto capital para una familia católica: su herejía.

Dejemos que se cansen, Cornelio, y verás cómo acabamos por podernos ir tranquilamente. Comamos ahora algo, y descansemos. ¿A quién le toca el primer cuarto de guardia? A dijo el joven . Podéis dormir tranquilos: ningún pirata se acercará sin mi permiso. Te hará compañía Horn. Ven más cuatro ojos que dos. Los míos todavía son buenos dijo el viejo piloto.

¿Es el marido de usted? preguntó. . ¿Cree usted que nos ha visto? Lo ignoro. ¡Pero si nos ha visto, es un cobarde! Que les hubiera visto o no, el señor de Maurescamp entró tranquilamente en el castillo por la avenida más larga pero mejor del nuevo parque. Volvió a salir casi inmediatamente y pasó el resto del día inspeccionando sus plantaciones y el corte de sus bosques.

Por todos lados se oía decir: Nadie, ¡bah, no habrá nadie! Pero el señor Gibert, el abogado que se había sentado en primera fila, y que hasta entonces no había dado señales de vida, levantose tranquilamente y dijo: «Tengo comprador para los cuatro lotes juntos en dos millones doscientos mil francos.» ¡Esto fue como un rayo! Un inmenso clamor seguido de un gran silencio.

Al entrar en el comedor, Maltrana se vio saludado por sus compañeros de mesa con guiños maliciosos. El viejo doctor Rubau, siempre de negro, parecía compadecerse, con un gesto de cansancio, de las falsas ilusiones de la vida. «¡Ah, juventud, juventud!...» No le habían dejado dormir tranquilamente gran parte de la noche.

Los joyeros, de perfil semítico, esperaban detrás de sus mostradores las compras más que las ventas, y ofrecían tranquilamente por la alhaja adquirida allí mismo el año anterior la cuarta parte de su precio. El príncipe adivinó de lejos la personalidad de muchos que en esta hora matinal ocupaban ya los bancos frente á la escalinata del palacio.

Al día siguiente el acceso, no esperado hasta el crepúsculo, tornó a mediodía, y Podeley fué a la comisaría a pedir quinina. Tan claramente se denunciaba el chucho en el aspecto del mensú, que el dependiente bajó los paquetes sin mirar casi al enfermo, quien volcó tranquilamente sobre su lengua la terrible amargura aquella. Al volver al monte, halló al mayordomo.

Acostumbrado debía estar este a tan críticas situaciones, porque lo primero que hizo fue dejar el chorreante impermeable en una silla, remangarse tranquilamente las mangas del gabán y los puños de la camisa, y tomar de manos de Chinto una caja cuadrilonga que arrimó a un rincón. Después entró en el cuarto de la paciente, y se oyó la voz gruñona de la comadre, empeñada en darle explicaciones....

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