United States or Romania ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ojeda y Maltrana ocupaban una mesa en el centro del comedor con otros dos pasajeros: un señor de patillas blancas, parco en el hablar, que siempre llegaba con retraso a las comidas y pasaba el resto del tiempo encerrado en su camarote. Era el doctor Rubau, viejo médico residente en Montevideo.

¡A !... exclamó Fernando levantando los hombros despectivamente y mirando a Nélida, que por casualidad fijaba al mismo tiempo sus ojos en él . No hay peligro, Maltrana... Me vuelvo con la yanqui. Cuando los dos amigos se reunieron en la mesa, a la hora del almuerzo, notaron la ausencia del doctor Rubau.

Al entrar en el comedor, Maltrana se vio saludado por sus compañeros de mesa con guiños maliciosos. El viejo doctor Rubau, siempre de negro, parecía compadecerse, con un gesto de cansancio, de las falsas ilusiones de la vida. «¡Ah, juventud, juventud!...» No le habían dejado dormir tranquilamente gran parte de la noche.

Incorporándose, columbró Fernando por entre las cabezas de la mesa inmediata la cabellera rubia cenicienta de Maud. Isidro preguntó a Munster por el doctor Rubau. Nadie le había visto. Continuaba metido en su camarote, para solemnizar con este encierro el doloroso aniversario.

Una botella la pagaría el doctor Rubau, que apenas había tomado algunas gotas mezcladas con agua mineral; otra, su gran amigo Munster; otra, Ojeda... y él se reservaba modestamente para el banquete siguiente. Sus ojos, cada da vez más animados y saltones, acompañaron la mirada distraída de su amigo hasta la próxima mesa, ocupada por una mujer sola. ¡Mire usted a nuestra vecina la yanqui!

El doctor Rubau le contempló con melancólica conmiseración. «¡Ah, juventud, loca juventud!... ¡Tan apreciable que es la vidaLo afirmaba él, vestido siempre de negro, refractario al trato de las gentes, con una marcada tendencia al encierro y al llanto. Después del almuerzo, Ojeda se encontró solo en el jardín de invierno.