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Actualizado: 28 de junio de 2025
Todo esto contribuyó a que los diputados, contra lo que esperaba don Simón por único consuelo, permaneciesen en sus bancos. El trance en que se le ponía era superior a sus fuerzas.
Quería ver a Magdalena aquel día, a todo trance. «Ya no habrá me decía subterfugios, ni disfraces, ni habilidad, ni barreras que prevalezcan sobre lo que yo quiero y contra la certidumbre que tengo.» Llevaba en la mano las flores rotas, las miraba y las cubría de besos, las interrogaba como si guardasen el secreto de Magdalena, las preguntaba qué había dicho ella cuando las desgarraba, si eran caricias o insultos... Y no sé qué sensación desenfrenada me replicaba que Magdalena estaba perdida y que ya no tenía más que atreverme.
¡Mal lo pasaría Herrera Goya en el Santo Oficio! exclamé, al terminar la lectura del documento. No compareció, dijo Antonio. El día en que recibió este edicto, murió. ¡Cómo! ¿De qué manera? Yo creo que murió de viejo, tenía ochenta años, o del susto de hallarse en tan apurado trance; aunque te diré, puesto que todo quieres saberlo, que hay quien dice que su muerte fué trágica.
Rara por demás es la ocurrencia del poeta en este trance: el criado de Don Diego ha quedado durmiendo en la calle, y habla en sueños con su señor; pero Don Gil cree que su voz es la del Demonio.
Ella misma me dijo un día que, en nuestra época, la hembra que piensa un poco se considera infeliz y odia todo lo que la rodea si no posee un collar de perlas, que es como el uniforme de la mujer moderna... Hay un ser más temible, querido Ricardo, que la mujer que busca á todo trance el collar de perlas: es la que lo tuvo, lo perdió, y quiere volver á conquistarlo sea como sea.
Ellas dijeron que sí, y que todo lo que en aquel caso hiciese lo daban por bien hecho, por firme y por valedero. Ya en este tiempo estaban el duque y la duquesa puestos en una galería que caía sobre la estacada, toda la cual estaba coronada de infinita gente, que esperaba ver el riguroso trance nunca visto.
Los gritos y alaridos mensageros Allí son de una nave á otra enviados, Y cada cual socorro demandaba, Que igual era el dolor que se pasaba. Librónos nuestro Dios de aquel tormento, De aquel trance y dolor tan doloroso, Desistiendo el feroz y crudo viento, Y viniendo bonanza con reposo.
«No es posible poder reducir ni hay testimonio con que explicar lo que en este trance se vió y oyó, y los milagros por la Divina Magestad, en que á vista de tal inquietud y resolución, no permitió que hubiese otra cosa que voces.»
Nuestra venganza ya no pide remedios tan cautos y dudosos, ni á nosostros nos conviene el dilatar la guerra por ser poca antes de ser menos; ejecutemos la ira. Aventurese en un trance y peligro nuestra vida; y así mi último parecer es, de que salgamos en campaña, y debemos la batalla á los que tenemos delante.
El arqueo de su caja no arrojó más de ciento doce reales, y en la tienda había una trampita de que Bringas no tenía noticia. ¿Qué hacer, Señor? Era preciso buscar dinero a todo trance. ¿Pero dónde, cómo? Hizo discretas insinuaciones a Milagros, pero la marquesa estaba afectada aquel día de una sordera intelectual tan persistente que no comprendió nada.
Palabra del Dia
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