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Actualizado: 28 de julio de 2025


La noche estaba ya encima. Se trató de partir; pero la mayoría de los jóvenes decidió, contra la minoría de los viejos, que nos estuviésemos aún otro ratito. Se jugó todavía al escondite, a la gallinita ciega, y nos divertimos en ver furioso al tío de Elenita, que a todo trance quería marchar.

La conciencia le recordaba, entretanto, la absoluta reprobación de la Iglesia contra las artes ocultas y todo linaje de adivinaciones; pero su voluntad, mordida por la tentación y ansiosa de triunfar a todo trance en el mundo, clamaba por el prodigio.

no ves aquí sino una mujer que te agrada más o menos y a quien deseas rendir a todo trance...

Preguntando por él, supe que también había salido á la mar aquel día, y que era de los pocos que se habían salvado de la catástrofe, casi milagrosamente; pero que, con lo terrible del trance, los golpes y la frialdad del agua, á sus muchos años, habíase puesto á punto de morir. No me satisfice con estas noticias, y quise verle, y lo conseguí.

Lo cual visto por don Quijote, alzó los ojos al cielo, y, puesto el pensamiento -a lo que pareció- en su señora Dulcinea, dijo: -Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo.

La innovación es al fin admitida por todos; pero los jóvenes la acogen desde el primer momento con entusiasmo, y los viejos cuando la fuerza del uso general les pone en el trance de admitirla, es decir, cuando ya está sancionada por dos o tres generaciones.

Desesperado entonces de conseguir lo que se había propuesto, volvió los ojos a las damas de la corte; pero en la corte de aquella época las damas trataban de evitar a todo trance el ruido y el escándalo. Esto no quiere decir que hubiese menos intrigas que en otros tiempos, sino que se ocultaban mejor.

Quedate, amigo! queda enhorabuena, Porque si yo acabáre aqui la vida En esta empresa de peligro llena, Tu puedas á mi madre dolorida Consolar en el trance riguroso, Y á la esposa de tanto querida.

Obsérvalo D. Juan, amante de Dorotea, y siente nacer en su alma rabiosos celos. En la escena siguiente nos transporta el poeta á los jardines del Alcázar, en donde se divierte la bella dama, y en donde el infante D. Enrique, que encuentra ocasión de acercársele, queda tan prendado de ella á causa de su ingenio y amabilidad, que desea poseerla á todo trance.

Luego imaginó abordarle ella misma en la calle y rogarle con pocas palabras frías y desdeñosas que no la molestase más. Cuando llegó la ocasión no se atrevió a hacerlo, aunque no pecaba de tímida: el trance le pareció grave.

Palabra del Dia

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