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Actualizado: 20 de mayo de 2025
En nuestro secreto asilo viene a buscarnos la traidora maldad que todo lo invade y hasta en lo más recóndito penetra. Los tres personajes dieron nuevas señales de su unánime asentimiento. Basta de farsas dijo Ostolaza . La señora doña María no necesita que usted se disculpe ante ella, porque le conoce. ¿Cómo va de teología?
Pero luego, herido por una gran traición, huyó de Francia y compró un barco pesquero, sobre el que anduvo navegando dieciocho meses por los mares británicos, lejos de la humanidad traidora que le había lastimado.
Una racha traidora que te ha metido la borda debajo del agua... Pero eres barco de mucha manga añadió poniéndole las manos sobre los hercúleos hombros. Tienes las cuadernas sólidas... Ya achicaremos el agua. Gonzalo no contestó. ¿Por qué no te has venido inmediatamente a casa?
Muchas veces los dos mayores llegaban á casa sudorosos y llenos de polvo, como si se hubieran revolcado en el camino, con los pantalones rotos y la camisa desgarrada. Eran las señales del combate; el pequeño lo contaba todo llorando. Y la madre tenía que curar á alguno de los mayores aplicándole una pieza de dos cuartos bien apretada sobre el chichón levantado por una piedra traidora.
Doña Elvira acogía con una sonrisa traidora su charla incesante en un español trabajoso; los gritos de asombro que le arrancaba el haber visto tantas iglesias, tantos frailes y curas, tantos mendigos, los campos cultivados como en los tiempos prehistóricos, las costumbres bárbaras y pintorescas, las plazas de ciertas poblaciones llenas de hombres con los brazos cruzados y el cigarrillo en la boca, esperando que fuesen a alquilarles.
Eso quiero yo, Ana; saber... saberlo todo. Yo también padezco, yo también creí morirme, aquí mismo... sentado ahí... donde otras veces hablábamos del cielo... y de nosotros. Ana, yo soy de carne y hueso también; yo también necesito un alma hermana, pero fiel, no traidora.... Sí, creí que moría.... ¿Por mí, por culpa mía, verdad? ¿Morir por ser yo traidora, si mentía, si me manchaba?...
En un día de sol, la llegada del automóvil habría sido saludada con un obús. «Esta guerra es así terminó diciendo ; se aproxima uno á la muerte sin verla.» Se acordaron los dos de las recomendaciones del general que los había tenido el día antes á su mesa. «Mucho cuidado: la guerra de trincheras es traidora.» Vieron ante ellos el inmenso campo sin una persona, pero con su aspecto ordinario.
Otras veces una mano invisible descorría colgaduras de alcobas. ¡Alguna enjoyada desnudez le esperaba a él, sólo a él, en el sosiego de la noche; sus cabellos olían como un perfume derramado y su rostro, su precioso rostro era el de alguna hija de confesión! ¡Qué batallas, qué luchas aquéllas! Mientras el espíritu clamaba de horror, la carne traidora se refocilaba en un baño de deleite.
La traidora dormía tranquilamente sin curarse de él. ¿Aquel deseo de reconciliación era, pues, una farsa? ¿Venía a buscar dinero solamente? ¡Qué miserable! ¡Qué mujer tan odiosa! Empleando todas las precauciones imaginables, levantó el pestillo de la puerta y empujó. Tenía el pasador echado por dentro. Entonces se fue a la puerta del gabinete. Aquélla estaba abierta.
Artegui, en tanto, mudo y sereno, permanecía enhiesto en su butaca, orgulloso como el estoico antiguo: acre placer le penetraba todo, el goce de sentirse bien muerto, y cerciorarse de que en vano la traidora Naturaleza había intentado resucitarle.
Palabra del Dia
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