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Actualizado: 26 de julio de 2025


Era yo un infeliz preceptor de un pueblo cercano, que habiendo recibido una educación imperfecta, me dediqué sin embargo, por necesidad, a la enseñanza primaria, recibiendo en cambio una mezquina retribución de doce pesos. Servía yo, además, de notario al cura y de secretario al alcalde, y trabajaba mucho.

Y de allí sale el tenedor o la cuchara a la platería de veras, porque es donde les ponen el baño de la electricidad, y quedan como vestidos con traje de plata. Los cubiertos pobres, los que van a costar poco, no llevan más que un baño o dos: los buenos llevan tres, para que la plata les dure, aunque nunca dura tanto como la plata que se trabajaba antes con el martillo.

¡Ledesma! dijo á uno de los oficiales que trabajaba en la primera sala ; cuidad de que nadie vaya á interrumpirme, y estad dispuesto para cuando yo os llame. Ledesma, que se había levantado como todos á presencia del duque, se inclinó profundamente.

Trabajaba el zapatero para las tiendas de la ciudad, sin adelantar gran cosa. Desde que salía el sol sonaba su martillo en el silencio del claustro. Esta manifestación única del trabajo profano atraía a todos los desocupados a la habitación mísera y maloliente.

Y diga usted, señor Campistrón, ¿en qué época exacta se marchó de Francia? Partió hace dos años con Novelli. Dos años... ¿Está usted seguro? Segurísimo; en el mes de agosto trabajaba todavía conmigo... Mi señora puede decirlo y nuestro acompañante puede atestiguarlo... Toda la casa lo afirmará... ¿Pero con qué objeto? Nadie sabe lo que puede ocurrir, dijo gravemente Marenval.

Hace mucho tiempo que ha muerto también; era emplomador y se cayó de un techo cuando trabajaba. ¿No tienes parientes? No, nadie. Después que ha muerto tu mamá ¿en dónde vives? ¿quién te da de comer? La portera de la casa, porque me quiere mucho. Dijo ella a su hermano, que es carpintero, que me tomase de aprendiz, y ahora trabajo... El señor Aubry, pensativo, no lo escuchaba ya.

Mi tía trabajaba en sus flores, y yo, cerca de ella, me entretenía oyéndola. ¿Le gustaría a usted que me casara con Angelina? ¡Cómo no! exclamó alborozada. ¡Si es tan buena! ¡Si te quiere tanto! No por qué se me encendió el rostro. Nunca pensé que Angelina pudiera amarme. Y bien visto el caso ¿por qué no? Angelina era muy digna de ser amada.

En medio de esa mesa de despacho, había un gran cuaderno abierto... Era Calendal, el nuevo poema de Federico Mistral, que verá la luz pública este año el día de Navidad. Hacía siete años que Mistral trabajaba en ese poema, y cerca de seis meses que escribió el último verso; sin embargo, todavía no se decide a separarse de él.

Luego, pensando que lo esencial era evitar las murmuraciones, ideó varias cosas, hasta que al último le pareció lo mejor ir a ver a su amigo Bautista Urbide. Había visto al vasco francés muchas veces bailando con la Ignacia y creía que tenía alguna inclinación por ella. El mismo día que le dieron la noticia se presentó en la tahona de Archipi en donde Urbide trabajaba.

Por el Sur la huerta lindaba con la medianería de una fábrica de tintas de imprimir, y por el Este con la tejavana perteneciente al inmediato taller de cantería, donde se trabajaba mucho.

Palabra del Dia

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