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Actualizado: 26 de julio de 2025


Don Custodio, el activo don Custodio, el más activo de todos los ponentes del mundo segun Ben Zayb, se ocupaba de ella y pasaba los días leyendo el espediente y se dormía sin haber podido decidir nada: se levantaba al siguiente, hacía lo mismo, volvía á dormirse y así sucesivamente. ¡Cuánto trabajaba el pobre señor, el más activo de todos los ponentes del mundo!

Todos convenían en que por su belleza y elegancia, por sus modales distinguidos, se apartaba mucho de las demás jóvenes del pueblo, y haría lucido papel en los salones más aristocráticos. También Venturita había convenido en ello hacía mucho tiempo. La idea de irse a vivir a Madrid, trabajaba con ahinco en su mente. Insinuósela a su marido; pero éste mostró gran repugnancia a trasladarse.

Después, durante algunos momentos, permaneció inmóvil; pero aquel grito lo había librado de la primera opresión de la verdad, opresión que lo sofocaba, se volvió, adelantó vacilante hasta su telar y se sentó en el banco en que trabajaba habitualmente, buscando instintivamente aquel sitio, porque era para él la más grande certidumbre de la realidad.

Algunos días trabajaba poco, y más de una vez ocurrió que se retrasaran y embrollaran los dibujos A o B por las distracciones y torpezas del maestro, cosa totalmente desusada en hombre tan metódico para el trabajo. Otro suceso digno de llamar la atención ocurrió por aquellos días.

Era el hogar del viejo y a la vez entrada de la mina en que trabajaba cuando lo hacía. Una vez allí el acompañamiento, se paró un momento por delicada deferencia al anfitrión, que llegó de la retaguardia jadeante. Quizá hicieran ustedes bien en aguardar un segundo aquí fuera, mientras yo entro y veo si todo está corriente dijo el viejo con una indiferencia que estaba muy lejos de su ánimo.

Estas admirables obras maestras de arquitectura eran muy poco comunes en nuestros conventos. Los grandes artistas, autores de tantas maravillas, estaban animados de un santo celo religioso y por el noble deseo y la creencia de que trabajaban para la más remota posteridad. Sabido es que el primero y el más popular de ellos no trabajaba en ningún asunto religioso sin haber comulgado antes .

Sin fuerza y medio muertos la mitad de los pasageros con las imponderables bascas que causa el balance de un navío en los nervios y en todos los humores que en opuestas direcciones se agitan, ni aun para temer el riesgo tenian ánimo: la otra mitad gritaba y rezaba; estaban rasgadas las velas, las xarcias rotas, y abierta la nave: quien podia trabajaba, nadie se entendia, y nadie mandaba. Algo ayudaba á la faena el anabautista, que estaba sobre el combes, quando un furioso marinero le pega un fiero embion, y le derriba en las tablas; pero fué tanto el esfuerzo que al empujarle hizo, que se cayó de cabeza fuera del navío, y se quedó colgado y agarrado de una porcion del mástil roto. Acudió el buen Santiago á socorrerle, y le ayudó á subir; pero con la fuerza que para ello hizo, se cayó en la mar á vista del marinero que le dexó ahogarse, sin dignarse siquiera de mirarle. Candido que se acerca, y ve á su bienhechor que viene un instante sobre el agua, y que se hunde para siempre, se quiere tirar tras de el al mar; pero le detiene el filósofo Panglós, demostrándole que habia sido criada la cala de Lisboa con destino á que se ahogara en ella el anabautista. Probándolo estaba

Si toda esta suposición era exacta, el marido trabajaba a veces de noche, lejos del hogar doméstico. De noche se trabaja en muchas oficinas; pero en ninguna son tan frecuentes las largas veladas como en Gobernación o en Hacienda. El marido estaba, por lo tanto, empleado en uno de estos dos Ministerios.

Don Juan I.º oyó la demanda de boca de los judíos; i como estaba ocupado en enterarse de los negocios del estado, i en lo que se trabajaba en las Cortes, i era al fin rei nuevo, no paró su consideracion en lo que de él se solicitaba, i así sin saber lo que hacia, dió el albalá para que su alguacil dispusiese la muerte de los acusados de malsines.

Una voz de mujer cantaba el amor, la única verdad y la mentira más grande de nuestra vida... ¡Pobre vida, que no puede marchar por sus propias fuerzas y necesita el apoyo de la ilusión! Dos días antes de llegar a Buenos Aires, el Goethe empezó a remozarse. Trabajaba la marinería de sol a sol bajo la mirada escrutadora de los oficiales.

Palabra del Dia

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