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Actualizado: 2 de mayo de 2025


¿Qué pide? preguntó. ¿Qué ha de pedir? respondió el marqués festivamente . ¡El vino, hombre! ¡El vaso de tostado! ¡Mama! exclamó el abad. Antes de que Julián se resolviese a dar al niño su vaso casi lleno, el marqués había aupado al mocoso, que sería realmente una preciosidad a no estar tan sucio.

Cuando Lorenzo se encontró sobre el tostado, exclamó: ¡Qué caballo tan ancho! Así es; , señor; es un poco «sillón» le contestó Baldomero, pero ignorando Lorenzo la acepción en que se empleaba esta palabra, dijo a su vez: ¿Sillón?... Esto parece más bien sofá... ¡me hace doler las piernas! Pero tiene buen andar, don Lorenzo; y a éste puede castigarlo sin asco. ¿Es muy lerdo?

¡Hoy, cuando lo veo desfilar por las calles, siempre con el aire marcial a que obliga la tradición del número, busco en vano el rostro tostado de aquellos que conmigo tiritaban en los fogones de la frontera, y ya no están!

A lo largo de la calleja del Tostado llegaba un grupo de gente. Instantes después, el mancebo se halló sorprendido por Beatriz y doña Alvarez. Una y otra venían en sillas de manos. El negro manto de la doncella estaba cubierto de arena blanquizca y su tez descolorida por el polvo; las pestañas, cenicientas; los cabellos resecos y como canosos.

En los pueblos le respetaban como vicario supremo de aquel dios que tronaba en el patio de los plátanos, y los que no se atrevían a aproximarse a éste con sus súplicas, buscaban a aquel solterón de carácter alegre y familiar que siempre tenía una sonrisa en su cara tostada cubierta de arrugas y un cuento bajo su bigote recio tostado por el cigarro.

Doña Flora dijo: Pase usted milord, que aquí está la condesa. Mírale... verás me dijo Amaranta con crueldad y juzgarás por ti mismo si la niña ha tenido mal gusto. Entró doña Flora seguida del inglés. Este tenía la más hermosa figura de hombre que he visto en mi vida. Era de alta estatura, con el color blanquísimo pero tostado que abunda en los marinos y viajeros del Norte.

No era tostado, ni descolorido, ni encendido tampoco; de todo tenía, pero con su cuenta y razón, y allí donde convenía que lo tuviese. La mocedad, la sangre rica, el aire libre, las amorosas caricias del sol, habíanse dado la mano para crear la coloración magnífica de aquella tez plebeya.

Los mordiscos del perro determinaron una catástrofe, porque el tostado comprendió que para salvarse de ellos debía alzar las patas y lo hizo sin avisarlo a su jinete, que, al encontrarse en el plano inclinado que el caballo formó en su breve posición defensiva, siguió la dirección aquél, hasta su intersección con la línea horizontal del suelo.

Un día le dijo algo que la hizo sonreír no desfavorablemente, y romper con alguna coquetería un plato de pan tostado contra la seria y sencilla cara, que se le dirigía, retrocediendo luego a la cocina. Siguiola, y pocos momentos después regresó cubierto por más pan tostado, pero victorioso. Al cabo de ocho días se casaron ante un juez de paz y volvieron a Poker-Flat.

BENITO. Señora autora, aquí no os ha de pagar ninguna Antona, ni ningún Antoño; el señor regidor Juan #Tostado# os pagará más que honradamente, y si no el Concejo. ¡Bien conocéis el lugar por cierto! Aquí, hermana, no aguardamos a que ninguna Antona pague por nosotros. CAPACHO. ¡Pecador de , señor Benito Repollo, y qué lejos da del blanco!

Palabra del Dia

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