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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Había también muchas kichisan, de treinta centímetros de longitud, forma ovalada y piel negra recubierta de verrugas; talifan, de la misma longitud poco más o menos que las anteriores, de color rojo tostado, con una fila de espinas rojas en el dorso. Son las más tiernas, y por ello exigen cuidados especiales para prepararlas.
Bueno sería que entrase esta noche todo el pueblo en casa del señor Juan #Tostado#, o como es su gracia, y viese lo contenido en el tal retablo, y mañana, cuando quisiésemos mostralle al pueblo, no hubiese ánima que le viese: no, señores, no, señores; ante omnia nos han de pagar lo que fuere justo.
Y después de limpiar el sudor frío y viscoso de la cara de la enferma, ofreciole la alcazarra de agua. ¡Bebe, hija de mis entrañas! ¡Mi blanca paloma!... Y la mísera paloma, herida de muerte, después de beber, asomaba su lengua entre los labios violáceos, cual si quisiera prolongar la sensación de frescura: una lengua seca, de rojo tostado, como una lonja de carne asada.
Hay que confesar que no era en rigor de verdad una figura imponente: bajo y regordete, con la cara cuadrada, tostado por el sol hasta un color casi sobrenatural, vistiendo una ancha chaqueta y pantalones listados y manchado por barro rojizo, en cualquier circunstancia su aspecto hubiera sido extraño y risible, pero en la presente era hasta ridículo.
GOBERNADOR. Señor regidor Juan #Tostado#, yo determino, debajo de su buen parecer, que esta noche se despose la señora Teresa #Tostada#, su hija, de quien yo soy padrino, y en regocijo de la fiesta, quiero que el señor Montiel muestre en vuestra casa su Retablo. JUAN. Eso tengo yo por servir al señor Gobernador, con cuyo parecer me convengo, entablo y arrimo, aunque haya otra cosa en contrario.
En eso apareció Ricardo y preguntó: ¿Saldremos en los mismos caballos del otro día, no? Menos don Lorenzo que me decía que quería un caballo más grande que el overo. ¿Cuál le han ensillado, Baldomero? El tostado, don Melchor; es el más grande que hay... Grande y manso, le pedí; ¡no vaya a darme un potro! ¿Potro, dice, don Lorenzo?... Mire: ¡cuando ese caballo era potro usted no había nacido!...
Yo me hice reemplazar, cuando fui llamado a filas, mediante un centenar de luises, por una especie de alsaciano, de pelo alazán tostado. Y como dicha bala me estaba destinada a mí por la suerte, puedo decir con verdad que el alsaciano en cuestión vendiome su cabeza y toda su persona entera por un centenar de luises, o algo más.
¡Oh! basta... ¡Pues no vuelve á empezar! ¡Esta chiflado! ¡Al ateneo! ¡Hacedle tragar la servilleta! Todas estas interrupciones surgían de un coro de carcajadas, mientras, el convidado á quien se había dirigido Maugirón permanecía silencioso é impasible. Era el tal un hombre como de treinta años, alto, fornido, de cabeza cuadrada, color tostado, negros y rizosos cabellos y magníficos ojos azules.
El rostro tostado y las manos duras era lo único que delataba la rusticidad de aquellas muchachas a quienes un cultivo riquísimo hacía vivir en la abundancia.
Cuando están cocidas se sacan las dos perdices a una cacerola, se pasa la salsa y se espesa con chocolate y corteza de pan tostado y molido; la perdiz así es sabrosísima.
Palabra del Dia
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