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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Ya cerca de él, pasó rápidamente por delante de un caballo sin jinete, arrogante, vanaglorioso, con la crin al aire, sano y sin heridas, algo azorado y aturdido. Era un animal de pura casta cordobesa, lo mismo que el mío. Le seguí, y apoderándome de sus bridas, cuando volvía, me monté en él; después de ser por un rato soldado de a pie, tornaba a ser jinete.

El compañero que tornaba de alguna academia militar, la conversación con algún ingeniero inglés, la frase de desprecio que escuchaba en el casino acerca de los que no tenían carrera, despertábanle de pronto el deseo. Al fin, un día le dijo a su tío que si le daba permiso se iba a Inglaterra a estudiar algo y ver mundo.

Cuando el Gaviota II tornaba á anclar en una bahía visitada el año anterior, los curiosos encontraban completamente renovado este harén errante. Algunas veces llegaban á reconocer á una ó dos de las damas, pero tenían la expresión melancólica y paciente de la odalisca venida á menos, que se considera contenta en el lujo y el olvido.

Me fijaba en una con insistencia, y al cabo de cinco minutos, por un movimiento cualquiera, comprendía que estaba engañado, y tornaba con afán a fijarme en otra, para sucederme otro tanto. No fue larga la misa. A mi lado habían venido a colocarse tres o cuatro caballeros de aspecto clerical, que supuse serían devotos del convento, o protectores.

No habría allí quien tuviese más fuerza que le dijo ella comiéndolo con los ojos. ¡Oh, ! No era de los más flojos; pero todavía había algunos de más fuerza respondió él con modestia. Había desaparecido la cortedad de ambos. Tornaba aquella dulce fraternidad de antes. Gonzalo descansaba sobre el lecho con los brazos fuera. En cuanto se viera fuera de él, y con ánimos, se iba a Tejada.

Su público no entendía aquello... y De Pas volvía a ser quien era, se erguía, doblaba las puntas de acero y tornaba a descargar citas sobre los abrumados vetustenses, que salían de allí con jaqueca y diciendo: «¡Qué hombre! ¡qué sabiduría! ¿cuándo aprenderá estas cosas? ¡Sus días deben de ser de cuarenta y ocho horas!».

Cogió la batelera los remos, atravesó la bahía, amarró el bote y desapareció allá entre los árboles. Mientras tornaba con la respuesta, nuestro joven se fue a hacer una visita al capitán del vapor y al piloto de las peteneras.

El viaje desde Madrid á Valladolid fué una especie de índice del de la Reina y sus ministros, cuyas pisadas venía siguiendo, á cuatro días de distancia, mi humilde humanidad; lo cual quiere decir que iba hallando á mi paso iluminaciones..... apagadas, arcos de triunfo..... por el suelo, y algún que otro músico desbandado, que tornaba á los patrios lares con su serpentón á la espalda.

Eran unos tres mil duros, y con esta cantidad pensaba encontrar la salvación. El optimismo tornaba a apoderarse de su ánimo, como una reacción necesaria tras tantas horas de insufrible dolor. Aún tenía salvación.

Al fin le aburría la modorra colonial de Batavia, y tornaba á Europa, rompiendo su matrimonio, para reanudar la existencia en los grandes hoteles, pasando de las estaciones invernales á las playas de lujo. ¡Ay, el dinero!... En ningún plano social se podía reconocer su poderío como en el que ella habitaba.

Palabra del Dia

ciencuenta

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