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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Nada acaba; todo se transmite, hasta las ambiciones. Luego que abandonaba aquella habitación peligrosa poblada de fantasmas en la cual se comprendía que una multitud de tentaciones debían acosarle, Domingo tornaba a ser el campesino de Trembles.
De vez en cuando, la campana era volteada por ocultos obreros, y se cerraba su chorro luminoso; pero de nuevo tornaba el cono hacia arriba y surgía el chorro con mayor rugido, con tonos azulados que iban pasando por todos los colores del iris. Fuera del taller aún era de día.
El prelado tornaba a preguntar si había meditado bien en su resolución, si la había tomado por algún respeto mundanal, herida de algún desengaño pasajero. María respondía que venía por su libre voluntad a confiarse y reposar en el seno del Amado de su alma. Todos los ejércitos de la tierra no la harían retroceder, porque su Dios la había hecho firme e inexpugnable, como la montaña de Sión.
También él abreviaba el rezar y la mitad de la oración no acababa, porque me tenía mandado que en yéndose el que la mandaba rezar, le tirase por cabo del capuz. Yo así lo hacía. Luego él tornaba a dar voces, diciendo: "¿Mandan rezar tal y tal oración?", como suelen decir.
Entonces éste acudía á levantarla, cogiéndola por ambas manos. Pero la nueva aldeana se hacía la pesada: era necesario tomarla por la cintura para ponerla en pie. El viento del puerto, cargado de aromas saludables, los tornaba retozones como cabritillos. Escuchábase á lo lejos el sonido de los cencerros y veíanse pastar tranquilamente algunos ganados.
Bajo aquel mediodía de fuego, sobre la meseta volcánica que la roja arena tornaba aún más calcinante, había lagartijas. Con la boca ahora cerrada, Yaguaí transpuso el tejido de alambre y se halló en pleno campo de caza. Desde septiembre no había logrado otra ocupación a las siestas bravas. Esta vez rastreó cuatro de las pocas que quedaban ya, cazó tres, perdió una, y se fué entonces a bañar.
Fatigado de saltar setos y regatos y de trepar por cerros y colinas, tornaba hacia su casa una mañana el huésped de don Silvestre, con la escopeta al hombro y sin haber podido matar más que dos gorriones y una calandria.
Había en la vida matrimonial de Nancy una sucesión importante de experimentos dolorosos a la que se vinculaban ciertas escenas que la habían impresionado profundamente y que su memoria hacía revivir con más frecuencia que las otras. El corto diálogo de Nancy con su hermana en el jardín, la tarde de aquel domingo, había llevado a su espíritu hacia dirección que tornaba con frecuencia.
De este barrio de miseria le había arrancado la caridad de la buena señora, y a él tornaba más infeliz y desarmado para la batalla de la vida que las rudas gentes condenadas a la pena del trabajo corporal. Vivió desde entonces con su padrastro y su hermano Pepín, que trabajaba en las obras como aprendiz. Su nueva existencia le puso en contacto con los parientes de su madre.
Acercábase más, y al fin pasó por delante de mí. Yo me aplasté contra la pared: hubiera querido ser de papel para ocupar el menor espacio posible. A la escasa luz pude advertir en ella una gran confusión. Inés iba hacia la escalera, volvía, tornaba a adelantar, retrocediendo después. Sus ademanes indicaban zozobra vivísima, más que zozobra, desesperación.
Palabra del Dia
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