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Actualizado: 27 de mayo de 2025
A fuerza de filípicas maternales corría una escoba por el piso, sazonaba el caldo, traía una herrada de agua; en seguida, con rapidez de ave, se evadía de la jaula y tornaba a su libre vagancia por calles y callejones. De tales instintos erráticos tendría no poca culpa la vida que forzosamente hizo la chiquilla mientras su madre asistió a la Fábrica.
Después se arrepentía de haber dudado de mi constancia, y llorando me pedía que la perdonara. Mas a poco, cuando calmada por mis palabras y mis promesas sonreía dichosa, y en su pálido rostro irradiaba la alegría, tornaba a sus presentimientos: «No me engaño, no quiero engañarme.... Me da pena decírtelo, pero ya sabes que nada te oculto, que no quiero ocultarte nada.
Tornaba al palacio siempre fatigada y se apresuraba á lavarse las manos manchadas de tierra. Después se desayunaba en compañía de sus hijos, con los cuales permanecía encerrada en sus habitaciones toda la mañana, alternando los juegos con el trabajo. Eran las horas más deliciosas de su existencia.
El observador hubiera visto moverse sus labios, deletreando en silencio la lectura mística, mientras dirigía con súbita mirada los ojos hacia la puerta, los tornaba en derredor, miraba á Clara sin fijeza, y, por último, se quedaba con la vista fija en el espacio, como cuando nos abandonamos á la contemplación de lo que no está junto á nosotros ni donde estamos nosotros.
Apeló al recurso de los mendrugos, llevando siempre buena provisión de ellos en los bolsillos, que se apresuraba á donar liberalmente al inhumano perro, así que le tenía cerca; mas éste, que mientras duraba la pitanza movía la cola en señal de amistad y gratitud, lo mismo era concluir, que tornaba á gruñir de un modo más cruel, sin consentir por ningún concepto que el licenciado le pasase la mano por la cabeza.
El valle, que en la mitad del camino se abría adquiriendo mayor amplitud, tornaba a cerrarse al llegar al Moral. Las aguas se mostraban más inquietas, revelando la proximidad del mar. Las colinas que protegían el pueblecillo con sus faldas pedregosas y sus cimas desnudas y tristes, también lo anunciaban.
Todo se le tornaba contrario; y él mismo se comparaba al infelice Laoconte sofocado por la serpiente. ¿Por qué, por qué? ¡oh cielos! exclamaba a veces, dirigiendo la mirada hacia lo alto, como si protestara contra el ensañamiento de la divinidad.
Después apuraba su vaso y tornaba al trabajo, como un sonámbulo. La manera de escribir, los estimulantes y las íntimas extravagancias de los escritores célebres son un curioso detalle de su psicología y ofrecen un gran interés para los lectores.
Tirso se metió en su cuarto y Leocadia fue a ayudar a su madre; pero el cura salió en seguida otra vez al comedor con la faz demudada, y cogiendo el periódico, lo arrugó con fuerza y, hecho una bola, lo tiró a un rincón. Como el pasillo era muy corto, Leocadia oyó el crujido del papel estrujado y volvió corriendo, a tiempo que su hermano tornaba a encerrarse en su habitación.
Podeley, labrador de madera, tornaba a los nueve meses, la contrata concluída, y con pasaje gratis, por lo tanto. Cayé mensualero llegaba en iguales condiciones, mas al año y medio, tiempo necesario para chancelar su cuenta.
Palabra del Dia
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