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Actualizado: 13 de julio de 2025


La señorita de Delgado siguió de esta manera: Si recuerdo en la noche solitaria el nombre de la prenda de mi amor, se presenta hechicera a mi memoria la imagen de su rostro encantador: y eres, esperanza, quien me anuncia que amante corresponde a mi pasión, y sólo tu dulzura es quien mitiga mi tormento cruel y mi aflicción.

Seremos amigos, ¿eh?... Esta es su casa, yo le consideraré como un camarada simpático; con lo de esta noche ha ganado usted en mi ánimo más que con un continuo trato; pero va usted a prometerme que no reincidirá en esas tonterías de admiración amorosa que han sido siempre el tormento de mi vida. ¿Y si no puedo?... murmuró Rafael.

En un principio, la Iglesia, por entonces omnipotente, luchando contra la incredulidad naciente, consigue mantener la integridad de su explicación-credo, destruyendo o aplastando a los que, desde el Renacimiento, empiezan a excederla en capacidad mental, pero éstos siguen brotando en todas partes y en tal progresión que la guerra, la excomunión, el tormento y la hoguera, funcionando en el máximum, no bastan, al fin, para extirparlos, y a su turno, ella también empieza a batirse en retirada, ante la marea creciente de los curiosos insatisfechos con la última explicación de lo natural por lo sobrenatural.

María de la Luz volvió a ocultar su cabeza entre los manos. Nunca: no hablaría: bastante llevaba dicho. Era un tormento superior a sus fuerzas. Si Fermín la quería un poco; debía respetar su silencio, dejarla en paz, que harto lo necesitaba. Y el estertor de sus lloros, rasgó de nuevo la calma del crepúsculo. Montenegro mostrábase tan desalentado como su hermana.

Y ahora, señor, le ruego que me proteja, porque si el duque Miguel llega a saber lo que he hecho, no habrá tormento bastante cruel para .

El poeta sufrió el tormento del hambre y el suplicio aún más intolerable de la humillación. ¡Quién hubiese podido reconocer á los pocos meses de tiranía alemana al ilustre director de la Biblioteca!... Parecía haber vivido diez años en unas cuantas semanas. Estaba triste. «La loca de la casa» había abandonado indudablemente aquel desván de su cuerpo en el que tantas cabriolas llevaba hechas.

Entonces recibió una carta de Eulalia; a la sola presencia de aquella escritura tan querida, cambió de aspecto y de color; sus mejillas se inflamaron, toda su vida pareció asomar a sus ojos, y en la inquietud que le agitaba se hubiera podido ver que su espíritu estaba fluctuando entre el temor de saber su suerte y el tormento de ignorarla. Poco a poco recobró la calma y la tranquilidad.

Un wazir, profundo estadista, aseguraba que aquella catástrofe estaba preparada por los enemigos, y que así era preciso desterrar a todos los desafectos de la dinastía Nacerita; otro wazir, todavía más sagaz, añadía que suponiendo este horrendo plan, el cual era patente como la luz del día, debiera deducirse que los cristianos eran los autores de la trama, como enemigos jurados de la gloria de la casa reinante, y que debieran ponerse todos en tormento para que declarasen la verdad.

¡Mil ducados, ó la Inquisición y el tormento! Elige. ... ... señor... pues... elijo... ¡los mil ducados! Y tendió las manos al vale. Despacio, despacio, señor Francisco Montiño dijo el duque sentándose en el sillón ; antes es necesario que me respondáis á lo que voy á preguntaros. Si puedo responderos, señor, lo haré con toda mi alma.

Para mayor tormento del pobre muchacho, los dos viejos cínicos del cafetín hablaban a gritos, y por más esfuerzos que hacía, sus palabras le obsesionaban, le hacían olvidar su papel de poeta desesperado e infeliz, del que en el fondo se hallaba satisfecho.

Palabra del Dia

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