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Actualizado: 17 de junio de 2025


Tendrías razón, tío, si fuera su muerte la que me hiciera dudar de y de mi dicha. Pero ¡Dios del Cielo! lanzó una carcajada penetrante y amarga, hace tiempo que renuncié a toda pretensión a la felicidad.

Quilito le miraba comer, y su estómago, en ayunas, excitado por los ojos y el olfato, rezongaba, impaciente. Con mucho gusto hubiera trincado con el tío, pero le daba vergüenza mostrar que tenía hambre; un traguito, , bebería, para no desfallecer en el trance fatal, pero le repugnó ver a Agapo chupar la boca de la botella con sus labios grasientos.

La sobrina se quejaba a don Antolín. No la hacían caso, la despreciaban; ya no venía ninguna mujer a ayudarla gratuitamente en sus faenas. La respondían insolentemente que la que necesitase criadas debía pagarlas. ¿En qué pensaba su tío? Ya era hora de imponer su autoridad, de meter en un puño a la gentuza.

Gonzalo sintió apretársele el corazón. Guardaron silencio obstinado un buen rato. Al cabo don Melchor dijo: ¿Vienes a cenar, Gonzalito? Ahora no tengo apetito, tío; allá iré un poco más tarde. Bien, pues hasta ahora pronunció tristemente el señor de las Cuevas. Y se alejó lentamente en dirección de tierra, perdiéndose a poco entre las sombras.

Dejé caer mi volante y me apoyé en un sillón, mientras Carlos recogía los pedazos del jarrón, como si hubiese tenido el poder de volverlo a su primitivo estado. De pronto, oímos en la pieza inmediata la terrible voz de mi tío, que llegaba a mis oídos como la trompeta del juicio final... No obstante, tuve el valor suficiente para precipitarme hacia una puerta lateral.

Id sin cuidado; ya os lo he dicho, estoy resuelta. ¡Adiós! repitió el tío Manolillo, y salió por la puerta de la alcoba. Que entre ese caballero dijo Dorotea. Y puso de nuevo los ojos en su papel, tranquila, serena, como si nada la hubiera acontecido. Sólo la quedaban como vestigio de la tormenta dos círculos ligeramente morados alrededor de los ojos.

¡Vámonos! ¡vámonos! exclamó Felicia cogiendo á su hija por el brazo. El tío Goro ya estaba allí también. Adiós, Nolo, hasta mañana. No: yo voy acompañándoles un rato hasta Canzana. Y seguido de sus compañeros se alejó del campo y fué dándoles escolta por la empinada cuesta que conducía al lugar. Demetria se alegró vivamente, se felicitó de que su amante estuviese picado con los de Entralgo.

Las dos niñas bebían haciendo remilgos, pero el tío las excitaba aplaudiéndolas; y ellas, que no estaban acostumbradas a ver tan alegre al viejo, volvían a gustar el vinillo para no enojarle.

Corriente dijo mi tío entonces . Pues ahora déjame ponerme donde estás; pero repara bien lo que me veas hacer para enterarte mejor de lo que te vaya explicando. Entonces eligió otra de las llaves de su llavero, y, con mano algo temblorosa, la dirigió a un punto determinado de la cerradura de la caja.

Yo tenía algunos años más que mi hermana, y me dejó en su casa con el propósito de establecerme un día a su capricho. »Relataré brevemente cuanto sucedió durante mis primeros años. Separada de mi hermana, a quien no veía nunca, y encerrada en un lúgubre pero magnífico castillo cuyo circuito no podía traspasar, fui criada en el temor de Dios y de mi tío, cuyo aspecto y cuya voz me hacían temblar.

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