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Actualizado: 17 de junio de 2025


Carlos siguió sus cursos, frecuentó los hospitales, hizo su internado, practicó a la vista de sus maestros y ganó a pulso todos sus diplomas y algunas medallas que hoy constituyen el adorno de su gabinete. Su única ambición era suceder a su tío y acabar con los enfermos que el buen hombre le dejase.

Clara escucha ruborizada estas nobles palabras y murmura: Gracias, gracias, tío Leandro... Gracias todos. Jamás les olvidaré y espero que pronto nos hemos de ver. Y volviéndose a un criado añadió: Ve al comedor y bájame champagne y cigarros. Quiero que ustedes beban una copa y fumen un cigarro a mi salud y a la de mi marido.

El tío Manolillo hizo vomitar al cocinero de su majestad cuanto sabía acerca de la cita que el duque tenía aquella noche con doña Ana de Acuña. Al salir de la taberna, separáronse el cocinero mayor y el bufón, y este último se fué en busca de un alcalde de casa y corte. Conocidas de nuestros lectores estas noticias, entraremos de lleno en el asunto del presente capítulo.

Todo consiste en que el padre Aliaga es tan loco como yo. ¿Me queréis explicar eso, tío Manolillo? dijo el fraile. Con mil amores, pero dame otro plato, Felipe; nunca hablo mejor que cuando tengo la boca llena. El rey empujó otro plato hacia el bufón.

Montifiori comprendió desde el primer momento que mi tío tenía un lado débil que explotar y como medio empleó al señor Penseroso. El salón de Fernanda estaba abierto para nosotros todas las noches. Don Benito reinaba allí como un tirano.

¿Por qué soy bueno?... ¿Porque no he visitado á la chacha Ramoncica, que me quiere tanto? No, tío. Es V. bueno... En primer lugar porque no es V. malo. Lindo y discreto razonamiento.

Eran el tío Batiste, el alcalde, y su alguacil el Sigró. La huerta quedaba sin autoridad, pero tranquila. En el mar A las dos de la mañana llamaron a la puerta de la barraca. ¡Antonio! ¡Antonio! Y Antonio saltó de la cama. Era su compadre, el compañero de pesca, que le avisaba para hacerse, a la mar. Había dormido poco aquella noche.

«Tío, por Dios, tío, despierte usted» volvió a decir Fortunata gritando; y como asomase a la puerta la flácida y carunculosa efigie de Ido del Sagrario, la joven le dijo: «¿Pero qué hace usted que no despierta a mi tío?... ¡Qué sola me tienen aquí! ¡Y esa chiquilla que no viene!». Ido refunfuñó algo que Fortunata no pudo entender.

Y aun cuando lo quisiera, me traicionaría yo mismo. No soy ya más que una pobre y vieja ruina, y no soy dueño de mis nervios. Lo notarían a la primera ojeada. Mas, para que no hayas... suplicado... en vano... a tu tío... quiero... por lo menos... ensayar. Por ti y por Roberto, es necesario ante todo salvarte. ¡Día de Dios!

A más de que no es de mi carácter el poder permanecer callada mucho tiempo, tenía una gran cantidad de preguntas que satisfacer. De modo que cuando estuve harta del placer de verme en un carruaje hermoso, suave y bien almohadillado, atrevime a romper el silencio. Tío le dije, si quisierais no leer más, podríamos conversar un poco.

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