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Actualizado: 17 de junio de 2025
DON SILVESTRE. Tío Merlín, usted es un tunante; ¡y si no fuera por sus canas!... MERLÍN. Señor de Seturas, usté me falta.... No hay en el pueblo naide que se atreva á dudar de mis palabras. DON SILVESTRE. Tampoco ha habido nadie que haya querido romperle el alma, y por eso tiene usted embrollado y revuelto al vecindario.
Este corrió a mi tío, queriendo apaciguarle, y, a riesgo de que volviese contra él su cólera, le hizo presente que no debía descargar su rabia contra un niño, y sin razón, probablemente. »A esta palabra, el furor de mi tío no tuvo ya límites. »¿Si te despidiese de mi casa, si te arrojase de ella ahora mismo? gritó el Duque amenazando a Teobaldo.
No vaya á creerse que el tío Jeromo, porque tiene un hijo estudiante, es hombre rico tomada la palabra en absoluto; el marido de la tía Simona tiene, para labrador, un pasar, como él dice.
Que vayas allá a ayudar con buenos patacones nuestro derecho, que de todo hay necesidad: te daré un poder en forma, y... estás delgado, pálido, hijo mío; vete a la hermosa Nápoles; enamora, gasta, distráete; temo que te me mueras como se me murió mi hermano... y mi temor es muy natural. ¡Diablo! eres lo único que queda de mi familia... Iré a Nápoles, tío.
A esto se reducen todos los recuerdos que conservo de mi llegada al «solar de mis mayores». La noción exacta de cuanto me rodeaba allí en aquellos momentos, y aun la de mí propio, no la adquirí hasta que al calor de la fogata descomunal que resultó del hábil manipuleo de mi tío, se desentumecieron mis ateridos miembros, volvió a circular mi sangre con su acostumbrada regularidad, y revivieron con ella y se enquiciaron todos los componentes de la entorpecida máquina de mis ideas.
Don Melchor de las Cuevas se levantó de la mesa, encendió un cigarro, y dijo, ofreciendo otro a su sobrino: Vámonos a tomar café. Gonzalo quiso guardarlo en el bolsillo porque jamás hasta entonces se había autorizado el fumar delante de su tío; pero éste le retuvo el brazo. Enciende, chiquito, enciende; ya has dejado de ser grumete.
¡Ah! dijo el joven, á quien desarmó completamente la insidiosa charla de su tío Francisco ; vuestro pobre hermano, señor, acaso estará en estos momentos en la presencia de Dios. Púsose notablemente pálido el señor Francisco, lo que demostraba que amaba á su hermano. ¡Cómo! dijo . ¿Pues tan enfermo se halla?
En lo que llamaba sala mi tío, además de la puerta que comunicaba con el comedor, había otras dos que debían corresponder a otras tantas fachadas de la casa.
El tío Frasquito se quedó pasmado, viéndose otra vez chiquitito, chiquitito como el little man Carlos Statton, que podía bañarse en aquella ponchera, y figurándose a Jacobo alto, alto como el Napoleón de la columna de Vendôme, que mira a los hombres por la coronilla... Un deseo irresistible, tentador, nació entonces en su alma y se detuvo en sus labios tímido y respetuoso.
En el comedor, con dos caballeros de edad, discutía las cosas públicas el buen tío de Lucía y Ana, caballero de gorro de seda y pantuflas bordadas. La abuelita de la casa, la madre del señor tío, no salía ya de su alcoba, donde recordaba y rezaba. La antesala era linda y pequeña, como que se tiene que ser pequeño para ser lindo.
Palabra del Dia
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