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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Además, el buque pasaba muy lejos... Volvían al fumadero a continuar sus partidas de poker, o formaban en la cubierta los corrillos habituales, hablando tendidos en el sillón, hasta que el cabeceo de la somnolencia les hacía levantarse titubeantes, camino del camarote, para continuar la siesta.
Todas aquellas figuras apelotonadas, que cargaban las armas y se las alargaban unos a otros, tenían un terrible aspecto. Tres o cuatro cadáveres, tendidos junto a la pared derruida, añadían una nota lúgubre al horror del combate; el humo penetraba dentro de la casucha. Al llegar a lo alto de la escalera, Hullin gritó: ¡Ya están aquí, gracias a Dios!
Manos Duras y sus tres amigos, tendidos en el suelo, le vieron pasar á lo lejos con dirección al pueblo. Teniendo sus caras junto á las raíces de los matorrales, hablaron y rieron con frío cinismo. Va en busca de la vaca que nos comimos ayer dijo Piola. Y Manos Duras añadió, acompañando sus palabras con un mueca impúdica: Veremos qué dice cuando nos hayamos llevado su vaquillona...
Se hallaba, pues, reposando dulcemente como Títiro, cuando acertó á oir cerca y detrás de los árboles rumor de conversación. No hubiera hecho alto en ello si no percibiese bien claro entre aquella charla su nombre. Se alzó, acercóse más y escuchó. Hablaban allí tendidos sobre el césped Antero, el ingeniero español y el químico belga. Es un tipo verdaderamente notable decía Antero.
Pasearían por los estrechos canales, solitarios y silenciosos, tendidos en la camareta de la góndola, acariciándose entre risas, compadeciendo a los que pasasen los puentes sin adivinar que por bajo de sus pies se deslizaba el amor... Pero Venecia es triste; cuando la lluvia se decide a caer, no se cansa nunca. Mejor era Nápoles; sí, Nápoles. ¡Viva!
Algunos iban a preguntarle por Pedro, por Jacobo, por Nicolás, por su hijo o por su hermano; y el anciano respondía maquinalmente: «Sí, sí, han quedado muchos tendidos allá... ¡Qué le vamos a hacer! Es la guerra. Nicolás ha cumplido con su deber...; es preciso tener paciencia. Pero él pensaba para sus adentros: «¡Los míos se han escapado de la quema, y eso es lo principal!»
Siguió adelante hasta llegar cerca de la fiera, y allí desplegó la muleta, dando aún algunos pasos más, como en sus buenos tiempos, hasta colocar el trapo junto al babeante hocico. Un pase; ¡olé!... Un murmullo de satisfacción corrió por los tendidos. El niño de Sevilla volvía por su nombre; tenía vergüenza torera. Iba a hacer alguna de las suyas, como en los mejores tiempos.
Todos los velos tendidos por la razón habían caído al suelo: el gran secreto de la existencia se le revelaba directamente con admirable claridad y pureza. Detrás de esta vida aparente que nos rodea vio la vida real, la vida infinita, y entró en ella con el corazón henchido de alegría. En esta vida infinita todo es amor, o lo que es igual, todo es felicidad.
Pero Juan los miraba con atención distraída; para él, todos allí eran cortesanos que se agitaban en torno de la estrella, y no tenía bastantes ojos para seguir los movimientos de María Teresa. Estaba deliciosa en aquella decoración de muebles antiguos, destacándose delicadamente sobre el fondo de oro de los viejos tapices de brocado tendidos sobre el muro.
Alza mas alta la rodilla, Mario, Y encoje el cuerpo, y cubre la cabeza: Animo, que ya llegas á lo alto. Qué ves? O santos dioses! y qué es esto? De qué te admiras? De mirar de sangre Un roxo lago, y de ver mil cuerpos Tendidos por las calles de Numancia. Qué no hay ninguno vivo? Ni por pienso; A lo menos ninguno se me ofrece En todo quanto alcanzo con la vista.
Palabra del Dia
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