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Actualizado: 27 de julio de 2025


Mujeres chillonas taladraban el oído con pregones enfáticos, acosando al público y poniéndole en la alternativa de comprar o morir. Jacinta veía las piezas de tela desenvueltas en ondas a lo largo de todas las paredes, percales azules, rojos y verdes, tendidos de puerta en puerta, y su mareada vista le exageraba las curvas de aquellas rúbricas de trapo.

Tendidos sobre la caldeada tierra a orillas del río, cuyas frescas emanaciones buscábamos con anhelo, entreteníamos las horas hablando, cantando o haciendo eruditas disertaciones sobre la campaña tan felizmente emprendida.

Los que en otras horas del día rondaban por cerca de las faldas, con miradas invitadoras y palabras insinuantes, permanecían tendidos en las cubiertas.

Muy tarde era cuando Roger pudo retirarse á descansar, no sin dejar antes cómodamente instalado al barón en la habitación que le había sido destinada. La suya, situada en el piso segundo de la feudal morada, contenía un pequeño lecho para él y tendidos en el suelo dos colchones en los que al entrar Roger dormían y roncaban Simón y Tristán.

No habían comenzado a oirse los primeros tiros, y Briones y su gente esperaron tendidos entre los matorrales. Martín sentía como un remordimiento al pensar que aquellos alegres muchachos iban a ser fusilados dentro de unos momentos. La señal no se hizo esperar y no fué un tiro, sino una serie de descargas cerradas. ¡Fuego! gritó Briones.

Numerosos honderos castellanos habían tomado posesión de otras alturas cercanas y desde ellas lanzaron mortíferas piedras, con fuerza y acierto tal que en pocos momentos quedaron tendidos sin vida el veterano Yonson y algunos otros arqueros y malheridos quince de éstos y seis hombres de armas.

Hasta hace treinta años, el río se remontaba por medio de champanes, esto es, grandes canoas sobre cuya cubierta pajiza los negros bogas, tendidos sobre los largos botadores que empujaban con el pecho, conducían la embarcación por la orilla, en medio de gritos, denuestos y obscenidades con que se animaban al trabajo.

Pero el deseo de evitar el peligro, de salirse cuanto antes de entre los cuernos, le había hecho rematar la suerte con aquella estocada torpe y escandalosa. En los tendidos agitábase la gente con el hervor de numerosas disputas. «No lo entiende. Vuelve la cara. Está hecho un maleta.» Y los partidarios de Gallardo excusaban a su ídolo con no menos vehemencia. «Eso le ocurre a cualquiera.

Los chiquillos, tendidos sobre el vientre, jugaban a la carteta a la sombra de las embarcaciones; y los viejos, fumando sus pipas de barro traídas de Argel, hablaban de la pesca o de las magníficas expediciones que se hacían en otros tiempos a Gibraltar y a la costa de África, antes que al demonio se le ocurriera inventar eso que llaman la Tabacalera.

El cuñado se sentó junto al grande hombre, trémulo de orgullo al pasar por las calles de Sevilla y que todos le viesen metido entre las capas de seda y los gruesos bordados de oro de los toreros. La plaza estaba llena. Esta corrida importante al final de otoño había atraído gran público, no sólo de la ciudad, sino del campo. En los tendidos de sol veíase mucha gente de los pueblos.

Palabra del Dia

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